El Apunte

Más gasolina al mar

Empieza a ser tradicional que haya un vertido en las costas gaditanas por un accidente en Gibraltar

La Voz de Cádiz

El mar es el principal patrimonio natural de nuestra tierra. Y en los últimos años, desde comienzos de este siglo, el gaditano parece condenado a permanecer en alerta constante por el riesgo a perder lo poquito le queda. No es cuestión de denunciar nuevamente la inacción manifiesta de las administraciones en el conflicto con el alga invasora, que como los seres infectos ha crecido y reproducido en el fondo marino y amenaza con devorar fauna, flora y la riqueza turística de la provincia, el primer motor de su destartalada maquinaria.

No. Esta invasión es más humana, terrenal pese a ser sobre el agua, y la responsabilidad pesa sobre el vecino Gibraltar. Querido y odiado a veces, casi siempre incómodo. No hay verano sin su canción pegadiza ni su vertido de hidrocarburo sobre el Estrecho. Se ha convertido en una gasolinera flotante debido a sus consabidos beneficios económicos (el fuel es más barato) y su tendencia a no ser tan exhaustivo en los controles e inspecciones a los buques. Tan 'mijita' como por ejemplo lo es Algeciras, donde nunca pasa nada, y no es por mera casualidad.

Sólo cambian los nombres, que por suerte no son tan pegadizos como aquel Tireless, el submarino nuclear de cuyo nombre es imposible no acordarse. En escasos meses, de un estío a otro, pasamos del 'OS 35' (que se partió en dos) al Gas Venus, el cual sufrió un desbordamiento el martes provocando un importante vertido en la zona. La relevancia es menor que la producida por el tonelero naufragado, pero de nuevo ha tenido que ondear la bandera roja sobre las playas del Peñón y se han colocado barreras sobre el mar para que el petróleo no llegue a las costas gaditanas.

Ya el pasado año los restos negros del vertido acabaron en la arena de la playa linense. Los accidentes son inevitables, el error humano siempre existirá. Sin embargo, es posible y obligado reducirlo al máximo, tanto sus posibilidades como sus consecuencias, los gobernantes de una y otra orilla deben exigirse mayor pulcritud en los controles.

Gibraltar continúa siendo el adolescente rebelde del patio trasero, pero ya son demasiadas veces que sus gamberradas las acaba pagando el propietario que siempre cumple y no hace más que callar y pagar.

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