El Apunte
Festival de atunes
Las almadrabas han pagado con creces los desmanes cometidos por las grandes empresas atuneras. Toca ya recuperar la cuota
Las almadrabas gaditanas cumplen una pena injusta pena. Estos pequeños pescadores y su tradición de pesca milenaria no tienen nada que ver con la amenaza que ha sufrido el atún rojo salvaje. El Iccat, la organización que vela en el Mediterráneo y en el ... Atlántico por la pesca del atún decretó hace algo más de diez años una especie de paro biólogico para la pesca del atún con el fin de favorecer la recuperación de la especie. Las grandes compañías atuneras, sobre todo de Grecia y de Italia, habían esquilmado prácticamente a la especie con su pesca masiva. La Iccat no tuvo en cuenta en 2006 si los pescadores eran grandes factorías o pequeñas empresas como las almadrabas gaditanas, que pescaban solo en primavera. El recorte entró como un arpón y se redujo drásticamente la cuota de pesca para todos. Esta decisión puso al borde de la quiebra y de la desaparición a las almadrabas de Cádiz que, durante el último lustro han solicitado la restitución de su cuota de pesca del atún rojo salvaje, es decir, volver a la asignación que tenían antes de 2006, cuando entraron las medidas restrictivas: Más de 1.700 toneladas. Sin embargo, la Iccat ha actuado en esta década con pulso firme y no ha cedido un ápice a las presiones. Al contrario. Ha ido aumentando las cuotas de pesca de manera gradual, pero sin llegar los niveles de antaño. Todo ello ha permitido recuperar la especie y, de hecho, como dicen los más viejos del lugar, el número de atunes rojos que se encuentran ahora cruzando el Estrecho camino del Mediterráneo nunca se había visto. Para las almadrabas, la especie está más que recuperada y ya es hora de que en la próxima reunión de la Iccat, que tendrá lugar en el último trimestre de 2023, se abra definitivamente la mano para su pesca en el Estrecho de cara a la campaña de 2024. Estamos ante un arte de pesca milenario y sostenible. Las almadrabas se han ido adaptando a los tiempos y a las nuevas necesidades. La técnica de pesca se ha perfeccionado en las últimas décadas. Antes, los atunes languidecían por la asfixia al levantar el copo a ras del mar, y expiraban sobre los botes tras ser levantados por los ganchos de los almadraberos, que aprovechaban el impulso de estos bichos de más de 200 kilogramos para arrojarlos a la embarcación. Ahora son los buzos los que culminan la faena debajo del agua con la lupara (un cilindro con un muelle y una aguja percutora con un cartucho de caza mayor) disparan sobre la cabeza del animal provocando su muerte.
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