La explosión de 1947 y la memoria histórica ignorada
El 75 aniversario de la mayor tragedia que ha conocido Cádiz no ha merecido actos propios de recuerdo y homenaje para un Ayuntamiento insensible
Pocos instantes más cruciales y ninguno más trágico. Faltaban 15 minutos para las diez de la noche. Todavía se intuía la última luz del sol recién oculto. Ese fue el momento. Hará, en la noche de este jueves, 75 años. El 18 de agosto de ... 1947. A partir de esa hora crítica todos sabemos qué pasó. No cómo. Ni cuántos lo sufrieron. Ni por qué. Pero de unas generaciones a otras se ha transmitido, cada vez con menos fuerza y si es posible transmitirlo, el gigantesco estruendo. Se ha contado y cantado: el cielo teñido de rojo. El destrozo más atroz simbolizado por la puerta de la Catedral doblada por la mitad. Efecto del impacto y el dolor. Había reventado un almacén de explosivos militares en la Base de Defensas Submarinas de Cádiz que contenía 2.228 minas y cargas de profundidad. Se iban a usar en la II Guerra Mundial pero allí se quedaron para, finalmente, encontrar muertes distintas. El epicentro de la desgracia se ubica, metros arriba o abajo, en el actual Instituto Hidrográfico de la Marina, en San Severiano. Los estudios más fiables hablan de 150 fallecidos. Dos de ellos, aún sin identificar (un varón de mediana edad y un adolescente). En tiempos de posguerra y todo tipo de carencias, también administrativas, nadie preguntó por ellos jamás. Los heridos pudieron superar los 10.000 aunque, también la época, resulta difícil de fijar porque muchos recibieron atención doméstica o en farmacias, sin un sistema de salud pública que unificara casos y números. El número de vidas perdidas se conoce aproximadamente. El de las rotas por la incógnita, el duelo y las consecuencias económicas es incalculable.
Este relato tétrico ha de ser contado generación tras generación para que no se olvide. Sin embargo, el 75 aniversario no ha sido merecedor de un programa de actos propio y específico en memoria de los finados, heridos y afectados. La ofrenda floral de siempre. La exposición, maltratada, ya conocida. El Ayuntamiento de Cádiz, en su impericia diaria, en su desidia crónica, no ha sido capaz de resaltar el recuerdo de la mayor tragedia de la ciudad siquiera por consideración a los damnificados, algunos aún supervivientes, de sus hijos y descendientes. «Es humillante, es un insulto», llega a decir José Antono Aparicio, uno de los mayores investigadores sobre el suceso. Parece que en el concepto «memoria histórica» también distingue de clases, momentos, víctimas, orígenes y ciudades. En este caso, ha ganado la desmemoria y la indiferencia.