apunte
Mucho más que una agresión a un sanitario
Ejercer la violencia contra el personal de un centro de salud supone la ruptura de unos valores que nos hemos construido con grandes dosis de sufrimiento
Parece que han pasado cien años, pero han sido dos y medio. Hace apenas 30 meses estábamos todos en casa, en un enclaustramiento involuntario por un virus que nos llegó de súbito. Aparte de los retos internáuticos y las destrezas culinarias y deportivas que íbamos ... estrenando, sólo teníamos una gran obligación, que se erigió como el gran punto de encuentro comunal. Salir al balcón, a la ventana, donde fuera, a aplaudir a las ocho de la tarde. Era un aplauso al personal sanitario que, por extensión, lo era para toda la sociedad. Ellos, por estar. Nosotros, por quedarnos. Todos juntos, por ser. En los peores momentos que ha vivido este país en décadas, los españoles, los andaluces, los gaditanos nos reconocíamos en ese batir de palmas al aire, en ese homenaje a lo mejor que podíamos dar como sociedad.
Y, sin embargo, qué corta es la memoria. Ayer supimos que un salvaje había agredido físicamente a una trabajadora del centro de salud de Loreto-Puntales, en Cádiz. No es la primera vez que sucede desde que dimos por superada la pandemia. Desde entonces se han registrado un buen número de agresiones, que demuestran que todos esos consensos, que toda esa cohesión que conseguimos como comunidad se ha esfumado, se ha volatilizado hasta la siguiente pandemia.
Debemos reflexionar, como sociedad, en qué fallamos para que hayan regresado con crudelísima puntualidad estos execrables acontecimientos, epítome de la falta de consideración de los principios más básicos que deben regirnos. La agresión a un miembro de la comunidad sanitaria, educativa, de la judicatura... en definitiva, de quienes velan porque el engranaje siga funcionando es un golpe a nuestra capacidad de funcionar unidos. Una vez más, la Junta ha condenado el acto y ha anunciado que pedirá que el agresor pague por su acto. Pero por encima del caso puntual, siendo éste grave, queda el poso amargo de comprobar que tras los duros meses que vivimos en 2020 no salimos en absoluto mejores, sino fieramente iguales a como éramos.