No ni ná
Marinaleda no es España
Si consideramos que el antagonismo de Vox y Marinaleda impide celebrar un acto electoral de ese partido en la localidad deberíamos parar estas elecciones
Lo acontecido la pasada semana en Marinaleda, cuando miembros de Vox fueron agredidos mientras celebraban un mitin no puede quedarse en un suelto de sucesos, ni en un sucedido de campaña en el que quepa ponerse de perfil, y mucho menos puede relegarse a la ... categoría de un hecho previsible por la identidad del partido político atacado y la supuesta ideología de los agresores que se amparan en que un mitin de Vox en Marinaleda es una provocación para justificar su comportamiento violento.
Lo de Marinaleda, intento de atropello, golpes y amenazas... es mucho más preocupante, porque ante hechos similares, en otros lugares, lo habitual es que los responsables políticos de todos los partidos se manifiesten para condenar los hechos como un atentado a la democracia. Nada de esto ha ocurrido en este pueblo de Sevilla, ni en la provincia, ni más allá.
Si consideramos que el antagonismo de Vox y Marinaleda impide celebrar un acto electoral de ese partido en la localidad deberíamos parar estas elecciones y no convocar la «fiesta de la democracia» hasta no conocer y cumplir todos las reglas del juego. En Transición lo teníamos todo mucho más trabajado, nuestro compromiso con la libertad recién estrenada, situaba esta conquista muy por encima de los prejuicios —sobre todo los que concitan ambos extremos– por lo que me temo que estamos admitiendo comportamientos insanos que colaboran en una perversa involución del juego democrático.
Mucho más preocupante que la violencia coyuntural, de la que ya se encargarán los tribunales, hay un trasfondo peligroso en todo lo ocurrido, visto y oído en Marinaleda: el dejar pasar.
«En un pueblo como éste, cómo se les ocurre presentarse con una bandera de España». ¿No es esta frase una agresión a la propia Constitución Española? La pronunció Sergio Gómez, candidato de Izquierda Unida, llamado a suceder al alcalde Sánchez Gordillo, que durante 44 años ha gobernado el municipio, convertido, según se desprende de los hechos y los comentarios, en una distopía comunista tras este periodo, tan desquiciada que no parece territorio de esta Andalucía, que es tierra abonada a la tolerancia, sino un terrible accidente temporal de una España a la que nunca debemos volver.
En democracia hay que defender que Marinaleda pueda votar otros 44 años a este candidato si así lo considera oportuno, y con el mismo convencimiento defender que cualquier partido democrático con los requisitos que la ley impone a todos los que concurren a la cita electoral pueda convocar y celebrar un mitin en esa localidad. De no aceptarlo, Marinaleda no merece que su principal avenida se llame de la libertad.
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