OPINIÓN
¿Quién vigilará a los vigilantes?
Supongo que los partidos, inmersos en sus peleas, no pueden dedicar tiempo a nuestras domesticas preocupaciones
La conversación, después de intentarlo por internet, se encrespó un poco. La operadora no era capaz de explicarlo y nosotros tampoco podíamos entenderlo. Estábamos ambos bajo el síndrome del continuo engaño. Veníamos muy nerviosos del intento anterior al comprobar que, un producto que te vendían ... en línea más barato que hacerlo por vía directa en destino, no era verdad. Cualquier compra se recargaba de añadidos por tasas, platos y cuberterías dinerarias, que convertían lo que pretendíamos como un producto factible, en un robo a mano armada.
Supongo que también les habrá ocurrido a Uds. comprobamos como todo sube mucho. No solo de coste directo, sino de suplementos furtivos que aparecen al final de un farragoso proceso, obligándote a desistir o tragarte los sapos que vengan para el interminable «siguiente». El sistema, acompañado del enemigo de todos, como es el vil y sibilino algoritmo, está dirigido a machacarnos económicamente y sustraernos monedas que en principio, pensábamos quedarían en nuestros bolsillos.
Hay compañías de vuelos, que cuando entras en su página con un precio inicialmente asequible, a medida que vas avanzando se acompañan de costos que lo colocan muy lejano del llamado precio de «regalo»: «lowcost». Al sumar vemos que, entre los gastos de gestión, los de envío de billetes y equipaje, se suben por encima de un precio razonable de mercado. Incluso cobrando lo que entiendes que siempre te ha pertenecido, como es llevar en cabina tu maletita que cumple medidas y peso, nunca antes cobrada. Desatinos que van de mal en peor.
Pero es que esto está ocurriendo cada vez en mayor medida en todo lo comprable. Salvo ofertas sorpresas, pocas ya, donde te alarma el bajo precio y hasta te inquieta hacerlo, cualquier adquisición es un continuo atraco. Casi en todas las que hacemos por línea, el precio final deja mucho de ser competitivo. Las razones, aparte de un fortísimo desarrollo económico del consumo propio, como balanza que equilibre los datos macroeconómicos del país, es un imparable bucle que alimenta el gran animal sin alma que todo lo vence y todo lo quiere poseer. No crean que quiero ser panfletario, ni me gustan las alarmas fútiles y estúpidas, pregúntenle a Instagram. Se trata de que comprueben por Uds. mismos, como yo lo he hecho, que todo confluye a vender cada vez más caro. En eso no me podrán quitar razón. No seamos incautos, es el sistema y los mercados mandan. A rio revuelto, ganancia de pescadores se dijo. Ahora ese rio espumoso es además un creador de desechos en forma de cartones despreciables, cuyo costo nos endosan porque nadie quiere proteger el planeta.
En mi opinión, creo que no se quiere controlar verdaderamente los precios, como bien dijo Juvenal en nuestro título. Somos tantos gastando que es inútil denunciar, porque ya no se contestan ni las reclamaciones. La justicia siempre lenta y de canto. Tan solo la OCU intenta parar las olas con su mejor arma, que es la divulgación de las estafas. Los organismos de control de cuentas que debieran cuidar la libre y transparente competencia, se han convertido en testigos de cargo de esta embestida imparable de precios. Tal como con el petróleo o el aceite, no tienen ninguna resiliencia y no regresan nunca a un valor original equilibrado.
Supongo que los partidos, inmersos en sus peleas, no pueden dedicar tiempo a nuestras domesticas preocupaciones, que no les limitan en absoluto el poder. Y de ONU y guerras ni hablamos, es el otro gran negocio… Salud.