OPINIÓN
El valor de lo auténtico
El valor sustancial que la historia ha traído sobre el Patrimonio, es haberlo hecho obra de toda la Humanidad
Sus pérdidas no supusieron nada y quedaron en el olvido. Durante el transcurso de la historia que algunos tesoros desaparecieran, no fue importante. Sus dueños decidían sobre ellos como posesiones sin sabor de futuro, solo degustadas como lujo y economía. Incluso las guerras y catástrofes ... de anónimas almas, se encargaban de destruirlos insensible y ocultamente. Muchos edificios y obras de arte se fueron perdiendo en la impunidad de lo que no se conocía ni valoraba. Hubo tiempos en los que la sensibilidad sobre los valores Patrimoniales solo perteneció a una clase que, en su diferencia, se distinguía y los disfrutaba sin escrúpulos. Pura ostentación para alejarse de lo pobre y común.
El valor sustancial que la historia ha traído sobre el Patrimonio, es haberlo hecho obra de toda la Humanidad. Es decir, perteneciente a todos porque forma parte de la identidad común de los pueblos. Esa sensibilidad fue naciendo a medida que las tenencias distinguidas y elitistas se fueron convirtiendo en valores compartidos. Se hizo necesario hacerlos más democráticos, seguros y protegidos, como herencia de la sociedad.
La revolución rusa hace más de un siglo, después de la infructuosa traducción de la revancha comunista, lo primero que hizo en su escuálida posguerra fue restaurar todos los palacios y propiedades de los zares y aristócratas. El concepto cambió. Ya no eran los recursos del poder, sino del pueblo con singulares valores de permanencia, por ser de todos. Uno entre muchos ejemplos de cómo se dieron los cambios desde la era industrial a la de la economía social y medioambiental. El nacimiento de la nueva manera de entender el legado de la historia, vino guiado por pensadores del XIX y XX, como Marx, Engels, Heidegger, Giovannoni, Boito, etc., o más recientemente Lledó. Volcaron sobre los nuevos poseedores la irrenunciable obligación de conservar lo que nos llega de nuestros padres. que es de donde deriva la palabra Patrimonio. Debemos trasmitirlo en las mejores condiciones de perdurabilidad y disfrute para los que nos sucedan.
Nace junto a la compartida dote, la necesidad de respetar la llave de la valoración patrimonial, que no es otra que su autenticidad. Los debates sobre las reconstrucciones o las restauraciones que ocupan muchas páginas y disputas, llegan a nuestros días santificando, nunca mejor dicho por aquello de pocos y ejemplares, lo que nos viene originalmente por sus hacedores. El valor de lo auténtico es el concepto primordial de la comunicación del hecho histórico. Evidentemente entre blancos y negros, Violetleducianos y Ruskhinianos, se han facultado muchos grises en la historia de la intervención en el Patrimonio.
Siguen vivos aún, sin duda, los debates. Lo irreversible como actividad prohibida o la rehabilitación deshonesta, copan muchas noticias y a veces anécdotas que nos sonrojan por su peculiaridad- El Ecce Homo de Borja, o la reciente «peponización» de los querubines en la Ermita del Mirón en Soria, dejan constancia de ello. Nadie sabe el valor de lo auténtico, por irrecuperable e repetible, hasta que se pierde.
En la fatua y nimia Cultura que algunos mandantes quieren ofrecer a sus seguidores, lo que menos se valora es la evidencia de lo auténtico. La realización de rumbos anecdóticos sin sentido o la promoción de un Patrimonio que no se restaura y conserva, es asumir que se pierde lo esencial. Su quebranto solo será una alarma tardía. Como todo en la vida, cuanto más alejado se esté de lo auténtico, se estará de la verdad. Salud.