El turismo cultural
Es un valor en auge, que convierte grandes o pequeños desplazamientos en aderezadas visitas, con el reclamo de sentirse orgulloso, feliz y parte de la evolución humana
El estado del bienestar, concepto acuñado de los años veinte a los treinta del pasado siglo XX, fue realmente disfrutado en sus últimos años y los diez primeros de este siglo. Una de las grandes consecuencias de dicho estado fue que se disparó el turismo ... y con él, el ansia de viajar. Todo el planeta se convirtió en una meca accesible. Cualquier habitante, con un poco de disponibilidad económica, era capaz de moverse a otros lugares. Los viajes han traído no solo la satisfacción de descansar, conocer y disfrutar de sol, costas, montes o gastronomía, sino que nace la apetencia del Turismo Cultural. En principio fue un acompañante sencillo del viaje, pero en los últimos tiempos se ha conformado como la brújula fundamental para dirigirse a un destino.
En nuestra patria, respetando las demás por supuesto, el Turismo Cultural genera una atracción de muy específicas características, ya que el viejo mundo, en estos sitios dejó bellas y enormes huellas de su pasado. Por nuestros lares anduvieron y dejaron rastro, muchas civilizaciones que habitaron el mundo. Posiblemente, y sin querer compararnos con ningún otro país, España se sitúa como uno de los atractivos más definidos para conocer la historia de occidente, con evidentes señalamientos de su suceder.
El Turismo Cultural por lo tanto es un valor en auge, que convierte grandes o pequeños desplazamientos en aderezadas visitas, con el reclamo de sentirse orgulloso, feliz y parte de la evolución humana. Porque si algo tiene que tener el concepto cultural es: hacernos dichosos al compartir la historia sensitiva de los pueblos, sin la cual nos seriamos como somos. Es reencontrar la identidad propia a través de la herencia histórica, pero seriamente concebido, no solo por los rasgos materiales.
Las herramientas que utiliza se debaten como en toda la industria turística entre el movimiento de masas y la clasificación de un público verdaderamente elegido, llamado al congreso de la cultura. Aquí solo haremos pinceladas de un concepto que se va complejizando cada día por los usuarios que lo consumen, como si fuere agua de fuente pública, pero sin análisis. En mi opinión, no se está sabiendo administrar correctamente la transmisión de dichos objetivos.
Ejemplos, como los autobuses turísticos o los freetours, o sea los guías de libre opción y de precio voluntarista, no se utilizan adecuadamente. El autobús, más que de índole cultural, se ha convertido en un medio de transporte relativamente fácil, pero cuyos mensajes en movimiento, dejan mucho que desear. Los itinerarios de los freetours, ya numerosísimos, se han concebido en las redes como casi la única opción para realizar rutas muy económicas. Salvo pocas excepciones, no son auténticos paseos bien explicados, que induzcan inteligentemente el encuentro con la cultura y el urbanismo acumulados en el tiempo, que nos hace vivir de esa forma.
Sería necesario hacer una reflexión sobre estas herramientas y otras. En mi opinión, están bajando los niveles de exigencia de los turistas que debieran venir con otras expectativas. Casi solo se sitúan en el control sobre lo barato, que no prima sobre el de la calidad. El Turismo Cultural en estas o todas las otras zonas del mundo, y lo comento porque soy un gran consumidor de ambas propuestas, necesita de una revisión que las eleven a categoría profesional de disfrute real y sostenido. Debieran sensibilizar también sobre los auténticos valores que se tratan de comunicar. Otro día seguiremos. Cuidaos.