OPINIÓN
La solidaridad económica
Hay una grave vergüenza a hablar en este país del dinero, y mucho más a decir lo que se posee
Hablar de economía, solo lo hacen los que no saben del tiempo. Es un concepto que sujeto siempre a cifras, se afecta de una cierta falta de credibilidad de quien procede. Estoy convencido que todos no decimos verdad cuando nos preguntan cuánto ganamos. A la ... pregunta de Broncano sobre el dinero que se tiene, absolutamente nadie contesta. Hay una grave vergüenza a hablar en este país del dinero, y mucho más a decir lo que se posee. Hacienda, en su mayor contenido, es un límite en el infinito para conocer el alcance de las posesiones y plusvalías de los españoles. Difíciles las cifras macroeconómicas, mucho más las personales.
Aparte del tema de las migraciones, que tantas hay hacia fuera como hacia dentro, pero que ahora solo preocupa por los que llegan y no por los hijos que se nos han ido, el asunto acuciante en los garitos de opinión, es la economía. Mejor dicho, la renta comparada. Es decir. los pactos que se establecen para seguir en el poder. Nuestra vigente pero insuficiente Constitución permite, por ahora, que puedan satisfacerse con aportaciones dinerarias los gritos electorales de territorios que saben jugar las cartas de sus minorías. Hablamos de cómo ajustar el poder y sus límites, con financiaciones especiales y específicas, para calmar las coartadas independentistas que siempre han tenido esos lares. Porque no es solo cuestión de los «Juntos», sino de otras nacionalidades beneficiadas por una historia de desequilibrios y amenazas, que les ha proporcionado mejores posiciones económicas y de desarrollo. En términos muy generales, esa es mi opinión.
Cuando se estudia en la historia de los territorios, siempre se pueden encontrar desde los tiempos ancestrales, miedosas concesiones para evitar que los señores de los predios se pusieran en contra del rey de turno. Todos los avances de esos fueros, aparte de los trabajos de sus pobladores, y en eso debemos contar los de todos los lugares, porque se va donde hay trabajo y uno no se queda donde no lo hay, se basan en esas inercias. Buscando en el baúl de los recuerdos, siempre encontraremos decisiones políticas taimadamente ventajosas, para calmar las ansias de exclusividades a cambio de paces y silencios pagados.
No ha cambiado nada todo. En el territorio catalán, abreviando, porque ya lo digo, no soy historiador económico, hoy para una población de 7,5 millones de habitantes con 32 Kms2, el PIB es de 255.154 M€. Sin en cambio, como diría un cateto, para un territorio como el nuestro Andalucía, para los 8,4 millones y 87,5 Km2, el PIB es tan solo de 180.224 M€. Estas diferencias son las que son, y no solo pertenecen a un sentido político de pleitesía, sino a unas bases estructurales económicas, que permiten a sus productores colocarse en mejores líneas de salida, y alcanzar metas de desarrollo y progreso económico.
No vamos a recordar los beneficiosos subsidios reales a los tejidos e industrias condales, ni cómo llegaron las indianas, ni los aceros al norte, ni siquiera la colocación de fábricas de enorme valor económico, desde el S, XVII al XX. Ni tampoco la mano de obra que emigró de estas tierras, para hacer aquellas más grandes, porque aquí los latifundios no daban ni para pipas. Creo que es necesario recordar de vez en cuando, que la generosidad económica debería venir por salvar las verdades de aquellos desequilibrios que hicieron grandes unas tierras, y a otras nos faltan aún: carreteras, trenes, empleos y muchas otras formas de mejorar, para poder también ser generosos, en su día, con los demás. Salud.
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