OPINIÓN
Una sociedad en transformación
Todos viajamos y sabemos que podemos hacerlo, más próximo o lejano el destino en un mundo que se somete a las ansias de encontrarse
Conocer el mundo en vivo es una de las mejores conquistas en estos últimos tiempos. Viajar es un fruto personal y directo frente a tanta falsa virtualidad tecnológica e interesada. Son pocas las personas que, a pesar de un relativo relativo esfuerzo, son incapaces de ... dejarse seducir ante un viaje. Sea lejos o cerca, la aventura de estar con otras personas y sitios, supera la comodidad de la casa. Esto permite además de compartir la globalidad, donde la información confunde por su inmediatez y rentabilidad, comparar de verdad cómo vive cada uno en su lugar. Ser conscientes que somos muchos e iguales, pero diferentes, es un hecho incontestable que nos ajusta a nuestra auténtica dimensión humana.
Somos insaciables viajeros que buscan a los demás. Nos anima conocer, y si se ha ahorrado algo, invertirlo en uno mismo con experiencias y enriquecedores deseos comunes, que nos confundan con los vecinos del planeta. Peregrinar es quizás el eterno destino desde que nacemos, y es una fuga necesaria en estos últimos inquietos tiempos. Un camino vibrante para buscarse y reconocerse mejor. Todos viajamos y sabemos que podemos hacerlo, más próximo o lejano el destino en un mundo que se somete a las ansias de encontrarse. Una vez que consigues la conexión con los demás, la vida necesariamente se fija, confirmando que son las mimas ilusiones las que nos impulsan a luchar por la existencia.
Deleitarnos encontrándonos con otros rostros e idiomas produce, entre miradas y gestos cómplices, esa sensación de bienestar que olvida las dificultades, No hay nada imposible cuando queremos entendernos con el que se sitúa delante como tu otro propio yo. Sin complejas filosofías de Aristóteles, Gadamer o Derridá, buscando ponerse en el sitio del otro, hay que colocarse en el espejo frontal de nuestras sensibles experiencias vitales. Obtenemos felicidad, ya que la comprensión y el encuentro feliz, son las llaves para recibir la riqueza de la ventura común. Sentirnos mismos y juntos, nos hace más amplios,
Aconsejo que se viaje como se pueda, hay opciones baratas y subvencionadas, incluso más allá del IMSERSO. Nos pasamos la vida trabajando para conseguir tiempo propio, y en cierta manera lo hacemos para lograr, no solo recursos de vida, sino lo más importante: capacidad de libertad. Una vez conseguido el merecido retiro, aunque evidentemente se viaje antes de la jubilación, hay que recibirla como la devolución de una agenda libre de tareas obligadas y llena de las deseadas. Unos descansan, o dibujan, hacen maquetas de sueños imposibles, leen o escriben sus vidas y despedidas, etc. Debemos encontrar un hueco para superar el espacio de bienestar rutinario. Hay que exponerse a la inquieta forma de otros hados y lugares donde, ni siquiera sospechábamos ir, o solo lo hicimos en sueños.
Acabamos de llegar de un lejano país en el centro de Asia, donde están las mejores joyas de la arquitectura islámica. Solo disfrutar de esa gente de bellos y amables semblantes con sublimes paisajes y delicadas formas, nos ha regenerado el intimo deseo de vivir. Siendo idénticos y con una inconsciente necesidad de abrazarnos, compartimos un mundo de raras transformaciones urgentes, que ya debemos controlar para disfrutarlo más. Conociéndonos, seguimos sin entender por qué peleamos en cruentas batallas o protagonismos de poder de tres o cuatro locos, llenando las cunetas de seres con los mismos derechos que nosotros. Sean las treguas eternas. Viajen, disfruten con cuidado, respeto y siempre engrandeciendo sus almas con las de los demás. Salud.