OPINIÓN
Santa Lucía
Los ejemplos se suceden en momentos inexplicables. Surgen como ocultas minas, colocadas por mentes desalmadas de esos tres o cuatro déspotas
Cuando salimos desde la irracionalidad humana, el 12 de noviembre de 2001, del dramático suceso de la guerra de los Balcanes, dejando graves cicatrices familiares, étnicas y religiosas, pensamos que no se volverían a repetir estos hechos. Aquello supuso encontrarnos con la herencia de historias ... no resueltas, maniatadas por la política, las ideologías y las religiones.
Golpean duramente nuestras conciencias la mortandad de personas, sobretodo infantiles en Gaza, inocentes e indefensas. La mayoría de los muertos, no han elegido ser utilizados como escudos vivos, ni quisieron venir al mundo en este inexplicable pozo de conflictos. Tampoco se nos va la sorda sonoridad que ahora tiene la otra injusta guerra, la de Ucrania. Una guerra borra a otra, según los intereses de países y medios. Perdemos el pulso de tanta crueldad en muchos territorios, sean Palestina, Ucrania, Afganistán, Somalia, Congo, Sudán, etc., que demuestran la barbarie de unos y otros. Las guerras condenan a las partes por igual, porque la culpa está en los dos lados. Son debidas a vengativos o mortales intereses de nacionalismos trasnochados, religiones funestas o economías de terceros. Las guerras no se van ni se irán. Seguimos siendo, Por unos pocos bestias, somos seres irracionales y terriblemente dañinos que, a pesar de lo dicho por Darwin, no evolucionamos claramente hacia esquemas más pacíficos.
Los ejemplos se suceden en momentos inexplicables. Surgen como ocultas minas, colocadas por mentes desalmadas de esos tres o cuatro déspotas. Algún día, como en otros casos, pararán los dislates, aunque vendrán otros. Hablaremos en pasado de ellos, a costa de haber dejado en las cunetas a miles de personas, con niños y niñas que les tocó estar allí en el momento menos oportuno. No encontramos la manera de convencer que, disparando sobre la ingenua corporeidad de los civiles, es como si se fusilaran a sí mismo. El salvaje, no tiene la menor conciencia en discernir, lo que vale o no vale en las guerras. Ellos, iluminados, a lo suyo: destruir absolutamente al enemigo, caiga quien caiga.
Vienen las Navidades con preparación de dulces y Belenes, incluso irnos de viaje. Este mundo se está convirtiendo en una vorágine, donde casi nadie quiere o puede, estar en su sitio. Nos enredamos en tumultos. Hoy 13, día de Santa Lucia, se me ocurre que deberíamos pedir para esos despiadados guerreros, a los que tarde o temprano se les echarán las cuentas, acaso, sentir más respeto y visión de futuro, hasta por las sombras de las vidas.
Todo es cada vez más espeso, inquieto e inseguro. Nos persigue una era desproporcionadamente nerviosa, inútil y engañosa con terribles saldos. Estamos dirigidos por falsos líderes, que se creen salvapatrias, pero que calientan los ambientes. Son los peores dirigentes que, hoy por hoy, en nombre de un poder o una creencia, nos toca aguantar, como impresentables reyes del mambo.
Ojalá llegara algo de cordura. Al menos en una paz titubeante pero práctica. Esperemos que también como se hizo con los locos de Alemania, logremos un verdadero escarmiento global que, por miedo, impida nuevas crueldades. La ONU no sirve, los grandes bloquean los acuerdos. No necesitamos personajes que alimenten guerras o quieran reírse de todos a través de su propia crueldad. Debe haber alguna luz sin ojos, como la de la Santa de Siracusa, que permita más entendimiento y tolerancia. Encaminémonos a unos días de encuentros y reuniones familiares, recordando a todos los idos, y deseemos que venga la racionalidad, que sería lo natural en este mundo. Paz y Salud
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