Los reyes de mi nieto
La ciudad debe ganar en ciudadanos, no solo en perros que empañan sus calles con charquitos, y hay perritos peores
Después de estas febriles fechas, –nunca mejor dicho, en este invierno de insistentes toses–, una vez dentro del 24 y con los económicos regalos de los irreales magos, lo que viene es parar un poco y pensar. No es solo la dura rampa de un ... enero carnavalesco, sino hacer una auténtica reflexión comparando la etapa saliente y la entrante. Porque lo importante es ver cómo en nuestras tierras, no solo se produce el tránsito de las tradiciones, sino también cómo obtenemos una prosperidad sostenible. Un clima mejor, no solo por las visitas, sino en las ilusiones de vivir aquí. Por eso, mi descendencia, se pregunta si este año 24 será mejor que el pasado. Un año 23 raro y regular por otras circunstancias.
Aunque vinieron más gentes a la Bahía, la verdad es que no hemos notado un avance y seguimos perdiendo gente. Llegó en mayo una nueva oportunidad de liderazgo, que solo se traduce en buenas palabras, proyecciones virtuales sobre su casa temporal y poquitas cosas más que alienten los ánimos. Incluso ha venido una bajada de presión acuosa, casi lo único que ha bajado en estos tiempos. Lo demás encarecido, difícil y molesto. No hablemos de los clásicos problemas de habitar y trabajar. De eso, los deseos no han sido respondido ni con un mínimo suspiro, en esta cada vez más alejada tierra.
Que solo vienen más cruceritos, como panecillos para hoy y hambrecillas para mañana. Que no se instalan nuevas y duraderas industrias de amplios negocios empleadores. Que no llegan más infraestructuras de base social. Que solo nos trajeron un trenecito que sigue tardando a Sevilla el mismo tiempo que cuando llegó en los reyes de 1861. Que no traen vestidos nuevos y sorpresas para todos los que esto pagamos con nuestros impuestos. Que tengamos una ciudad como una preciosa casa de muñecas, con mejores mueblecitos nuevos y mucho más habitable
Algunos pueblos en el entorno lo hacen mejor. Por eso hay que revisar y escribir nuestra carta a los magos, con renglones que supongan listas más acertadas. Los que vivimos en Cádiz, la capital del destierro en la Bahía con un reciente puente que no cruza mejores visiones, queremos que las alegrías de cada año, se aprecien más sorprendentemente, en los presentes del sofá. Algunos podrán decir que siempre se está en el lamento, y corresponde también a los críticos con el uso de la palabra, hacer algo más y no solo denunciar, que es lo fácil.
Concretando: la ciudad debe ganar en ciudadanos, no solo en perros que empañan sus calles con charquitos, y hay perritos peores. Esos reyes deberían traer muchas empresas, ocupación, vivienda pública y barata que puedan pagarse, para que el joven se quede. No permitir la eliminación de pisos en manos del turismo irrespetuoso y arrasador. También, que se traiga dinero de todos lados, no limosnas, que parecen avaladas por la inanimidad gaditana. Que seamos más sanamente ufanos de estas tierras, perdidas en las brumas de la historia, como una raída tramoya, pronto a inaugurarse. En fin, una tierra con menos francotiradores de sí mismos, y más nobleza en las ganas de esforzarse y trabajar. Una tierra con menos espurios protagonistas, que no son solo los políticos.
Mi nieto ya con casi quinientos días, espera más de los próximos mágicos hacedores gaditanos y con mayor ilusión que yo. Cuando sea mayor, desea que su Bahía familiar sea más grande, generosa y próspera para él y sus compis. Su ingenua y chiquitita mentalidad que empieza a romper a vivir, le hace dueño de sus sueños y propietario de sus ilusiones más esperadas. No me gustaría defraudarle. Salud.