El ojo del amo…

Lo que vimos en las Canteras y en otros focos de los pavorosos incendios de Puerto Real, de Portbou, o en el Sacromonte, era la impune llamada del hecho fortuito o la mano del pirómano

Como puentes continuos y ondulantes los conductos plásticos eran sostenidos por héroes anónimos, que sabían que era muy necesaria la ayuda. Entre el sofocante calor, un viento infame y el irrespirable humo, las cercanas personas de buena fe y mejor actitud colaboraban en todo lo suficiente. En situaciones de presión o emergencias, el mejor espíritu humano surge potente y eficaz para salvar lo propio y lo que también es de todos. Las mangueras, sostenidas por admirables y robustos hombros en un acueducto rosáceo y continuo, elevaban y dirigían sobre el suelo el recurso acuático para anular al gran demonio.

Lo que vimos en las Canteras y en otros focos de los pavorosos incendios de Puerto Real, de Portbou, o en el Sacromonte, más los que vendrán por las duras y ardientes olas solares, era la impune llamada del hecho fortuito o la mano del pirómano. Junto al gran aliado de los fuegos que es el potente levante de libios y tunecinos orígenes, toda proactividad es poca. Cuando viene fuerte en los secos veranos, el trabajito está hecho. Vimos con desesperación la pérdida de los seguros, verdes y amables parques, que desaparecían en segundos por el insaciable llama que se alimentaba feroz con el ábrego viento. Los que, en su día disfrutamos de aquellas zonas, sufríamos la perdida y su desvanecimiento en cuestión de minutos. La memoria colectiva se esfumaba en un instante, hambre y comida del despreciable deseo de quienes son, no solo inconscientes, sino graves asesinos en muchas ocasiones.

Debemos ir incorporando la natural colaboración de todos, en actos de obligada ayuda consciente y libre con los medios públicos de bomberos, guardias forestales o la propia UME, si se nos requiere en ello. La profesionalidad en la lucha contra estos dañinos dragones es muy exigente, y por lo tanto dicha aportación debe ser atendida y tutorizada. Nadie sabe de las violentas embestidas que ese animal desbocado, vestido en etéreos ropajes amarillos y rojos, exhalando vapores de humos irrespirables y malditos. Es un ser desbocado, y así lo tratan los expertos en estos asuntos. Como si se tratara de una bestia viva, no es fácil controlar, cercar y reducir el libérrimo campeo devastador y destructivo.

Las noticias de esas personas sin uniforme, vestidos de calle, con camisetas y pantalón corto, junto a los que lo llevaban, se han agarrado a muestra retinas al facilitar las labores de extinción. La incondicional disposición a estar donde se nos solicite, es la reflexión. Estamos obligados a servir activamente y como tutores de la ciudadanía conjunta, denunciar los hechos delictivos. Sabemos que no se debe uno tomar la justicia por su mano. Esto se dijo ya hace muchos siglos en la Biblia en los textos de Romanos 12:1. Lo que significa es que, cuando veamos y seamos testigos de delitos o pirómanos en flagrante atentado, debemos actuar. Todos disponemos de un arma delatora muy útil para jueces y fiscales, no solo para hablar, sino para acusar: el móvil. Hay que utilizar fríamente la imagen necesaria en cualquier condición de impunidad y sacarlo a la luz para que actúe la justicia inmediatamente.

Dice el refrán popular: «El ojo del amo, engorda el caballo». Después de los desastres, solo nos queda defender el buen cuidado de nuestras posesiones comunes y privadas, denunciando a sus malhechores, que creen hacerlo en el anónimo. Ya pocas infracciones quedan sin ser penalizadas. Por eso, agradeciendo de corazón a todos los anónimos protagonistas de la extinción, colaboremos también con los ojos de todos en el cuidado común. Salud y atentos.

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