Un nuevo mundo
Nos precipitamos hacia épocas de grandes tormentas y soberbios calores, y no establecemos medidas eficaces para evitar este caos
No nos acordamos de aquellos tiempos donde todo parecía normal. Donde las lluvias eran lluvias, los calores: calores, y los fuegos eran reducidos episodios, más por las tormentas que por los terroristas forestales o la terquedad natural de las estaciones. Los conceptos de sostenibilidad y ... cambio climático han inundado nuestras vidas y todo ha cambiado. Da igual lo que digan, todo está mutando inexorablemente, aunque ni tan rápido, ni tan incierto y lento. Desde hace unas décadas, estamos comprobando que llegan nuevos tiempos. El sol manda y no es predecible.
Comentamos que no se han ejecutado más pantanos que los de la autarquía. Se terminaron los tiempos donde el cuidado del campo era para los supervivientes, vendiendo algarrobas, piñas, piñones, cisco, etc. Sobre todo cuando los dueños empezaron a venderlo todo egoístamente. Cuando no había alambradas y accedíamos con permiso, pero sin vayas, para acampar y hacer marchas. Cuando el libre acceso permitía disfrutar y detectar el humo y el control de quienes somos. O como lo que era natural, se fue convirtiendo en continuo coto cortijero. El cambio de la tribu fue aumentando y los pasos se cambiaron, limitaron y calentaron. Eran tiempos de menos incendios.
Es indudable el respeto a las propiedades. Pero para que queremos predios, sean montes propios o privados, que ardan sin control alimentados por la dejadez y la desidia, o el fanático control verde. Debe haber un equilibrio para creer que todo es mejorable y que las llamas no deben llegar a nuestras casas, para salvar un pellejo que antes no era tan dañino con el territorio.
Las soluciones no son tan simples, lo sabemos. Pero hay ciertas preguntas, ya que el calor va a apretar y sus efectos se notarán cada vez más contundentemente ¿Por qué no hacemos más pantanos, incluso nuevos depósitos de agua, para beber y donde el peligro de incendio sea evidente? ¿Por qué no perimetramos los pueblos con cortafuegos y medidas de inmediato auxilio ante el riesgo? ¿Por qué no tenemos brigadas en invierno que cuiden? ¿Por qué no dejamos que la España vaciada pueda aprovechar lo que era desecho y ahora pasto de llamas? Un campo, para ser sostenible, habitable y sobre todo limpio y aseado contra los malos rayos, promotores, perversos y vientos, debe ser un campo cuidado por todos. Más asequible a su uso, limpieza y control, cambiando el sistema de densidad y mantenimiento.
¿Por qué no aplicamos una obligada proactividad, sabiendo lo que viene? No se trata solo de actuar en los focos. Hay que volver la mirada atrás y saber cómo las gentes del agro evitaban, dentro de sus posibilidades, las zonas que podría morder el duro e infame rojo y amarillo. No se trata solo de disponer enormes equipos de Infoca, Miteco, Cedefo, Pladiga, UME, etcétera... Si no disponerlos todo el año y para emergencias, sabiendo antes cómo cuidar el bosque.
Nos precipitamos hacia épocas de grandes tormentas y soberbios calores, y no establecemos medidas eficaces para evitar este caos. Hay que embalsar mucha más agua y cerca de los montes. Da verdadera pena ver como se nos inundan abundantemente las riberas en invierno, desperdiciándose el río por el mar, y no saber retener aguas para beber, regar y sofocar las llamaradas. ¿Tan difícil es ahorrar un par de tanques y otro par de misiles o destructores y tejer redes con nuevos mecanismos de prevención, provecho y limpieza, que además de emplear, nos hagan ver el futuro sin el pánico que al que nos dirigimos? Cuidaros de los fuegos y de los virus.
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