OPINIÓN
Miércoles Santo
Al menos este Mercurio Santo y los siguientes días de Pasión, con respeto para quien así lo crea o no, nos debería comprometer con las angustias y dolores que, sin culpa directa ni provocación previa, se suceden entre asedios y genocidios
El pequeño planeta, colorado y ardiente como una cerilla, colgado en el primer techo de las estrellas, nunca fue consciente de que su nombre daría continua llamada a un significado día. Miércoles viene de Mercurio, como el romano mercuris die, antes dios del comercio, protector ... de viajeros y emisario divino, como nos informa la historia. También nos trae reminiscencias teatrales, como el de la envolvente hija de los Adams, con protagonismo propio y cercana a zonas de difuntos y tiempos de Halloween. Son días intermedios en las continuas semanas, que hoy se hace importante para los cristianos. Comenzamos con uno de cenizas y pasamos por este Santo, donde el camino por la específica Pasión, aparece poderoso por todas las calles de la cristiandad.
El año pasado, evidentemente no lo recordaran, este artículo fue también sobre el mismo día: Miércoles Santo. Los continuos ciclos de los años nos acompañan con tiempos similares, y en ocasiones confusos por sus iteraciones. Hablábamos entonces de la necesidad de rememorar, cada uno en su credo, aparte de los últimos momentos de la vida de Jesucristo, sentidos eventos que persisten en nuestras tradiciones y creencias. Decíamos que nos obligaban a posicionarnos más en el perdón que en la intolerancia. Ahora un año después, seguimos incluso más intolerantes y sin disculpamos por nada.
La semana pasionaria nos coloca en tránsitos que remueven las conciencias, quienes las tengan, sobre el efímero paso por esta vida. Nos lo evoca un suave o tenso meneo en el recuerdo ritual de la muerte de un descendiente de David, en los primeros años de nuestra era. En esos ritos nos identificamos, repito quien lo sienta, como parte de la Humanidad en su debilidad y obsolescencia programada. Un relato que nos lleva indudablemente a preguntarnos: ¿Qué ocurre después? Sentirnos parte del proceso de la vida, no es solo ser consciente de estar aquí e ir indefectiblemente a un inasumible destino, sino sentirse más sólidos caminando solos entre religiones y ateísmos. Si tiene sentido estar vivos, lo es porque valoramos nuestras vidas y otras ajenas, que hoy pueden valer mucho menos, como en Gaza, Ucrania, Nigeria, Siria, Sudan, etc.
¿Qué sentido tiene la existencia, si no somos capaces de apreciar este precario camino entre la inconsciencia y la involucración vital? Los sucesos que nos rodean, con miles de personas perdidas por discursos intolerantes de unos locos, nos deben hacer pensar que lo injusto debe equilibrarse con algo más recto y proporcionado. Las preguntas fueron surgiendo y acabaron adueñadas por religiones que se situaron en el poder de las respuestas. El tiempo que tiene un valor constante, sigue de juez, pero no tiene alma. Este padecimiento que vemos a diario, debe tener su límite, parada y descanso.
Al menos este Mercurio Santo y los siguientes días de Pasión, con respeto para quien así lo crea o no, nos debería comprometer con las angustias y dolores que, sin culpa directa ni provocación previa, se suceden entre asedios y genocidios. Echamos de menos una mínima cordura y compensación en tiempos difíciles, donde quizás ya somos muchos. Nuestras emociones y diversiones en cortejos e itinerarios, acompañando a los modelos en artísticos y sufrientes semblantes con imágenes de madera, oro, plata y pintura, conectándonos en lo común con Cristos y Marías vivientes o latentes, debe hacernos exigir claras respuestas, sin tanta sangre. Parece sensiblero lo que digo, pero hay demasiada gentuza suelta. Feliz Semana Santa e incluyámonos en la cíclica pasión de cualquier vida. Salud.