OPINIÓN
Limitar las aglomeraciones
Urbanismo y turismo conocen que es posible admitir un numerus clausus máximo de ocupantes, pero no les dejan entrar en ello. No es cuestión de tasas, ni tampoco de limitar hoteles, apartamentos o locales, aunque hay que dar prioridad a los ciudadanos
En aquella ocasión no sé cómo fue, pero un solo grito en medio de la muchedumbre, como llama al viento, hizo pasto en ella. Los centenares de ojos se abrieron a un rictus de inquietud y surgió la adrenalina que te obliga a salir corriendo, ... como si fueras único en ese sitio. Eso que llaman pánico y que solo se conoce cuando se ha vivido. Una poderosa alarma que nos convoca automáticamente con el urgente sentido de supervivencia, que no lo olvidemos, es nuestro más íntimo motivo de existir.
Lo pude apreciar en uno de los primeros torbellinos de los años noventa en Sevilla. Gracias a unos barriles de cerveza, que no sé qué hacían en la misma calle, pudimos subirnos y asegurados otear, como un descubridor de América, el frágil y tremendo tsunami. Las personas agolpadas y prietas como puños, se convirtieron en fluido hidrodinámico de colorido líquido, viscoso y sin liderazgo. inconscientemente aglomeradas, aunque voluntarias. En aquel caso era la salida del Silencio, junto a recién llegada potente Macarena y el Gran Poder apretando en la plaza del Duque por Trajano. La poderosa masa parduzca de cabecitas de pelos, totalmente sumisa, se convirtió en un denso teatro de desesperación. No solo fueron las carreras de los nazarenos, era ver las caras de impotencia y de espanto por la inmovilidad e imposible salida de ese irreal sumidero. Caras que quedaron en mi conciencia, por la incapaz ayuda.
Todas las fiestas, más aún las nuestras andaluzas con sus modos sociales y sugestivas formas, atraen a miles de visitantes al reclamo de nuestras mejores ofertas para disfrutar de la vida. Andalucía convierte los viajes en sensaciones muy poderosas. La entrada para todos los sitios, aunque incómoda, es fácil e ilimitada. Pero las ciudades y sus cascos históricos, en los momentos de congreso, siguen siendo las mismas: las mismas calles, las mismas plazas, los mismos bancos y las mismas farolas. No son como chicles infinitamente inflables que nunca explotan. Urbanismo y turismo conocen que es posible admitir un numerus clausus máximo de ocupantes, pero no les dejan entrar en ello. No es cuestión de tasas, ni tampoco de limitar hoteles, apartamentos o locales, aunque hay que dar prioridad a los ciudadanos. Se trata de algo mucho más lógico y racional.
La cultura del viaje, que es necesaria para conocer cuan distintas somos las tribus, y con ello saber respetarnos mejor, se ha convertido en una especie de fuga hacia adelante. No calculamos bien los procesos de aglomeración y por lo tanto mermamos la calidad del propio destino y sus tránsitos. Se están cambiando las formas de movernos tanto, que ya nos movemos todos a la vez. Creo que el problema radica en la coincidencia de vacaciones con fiestas y calendarios que hace que la congregación se haga siempre en las mismas fechas. Eso permite, que la inevitable conjura y congreso rellene nuestros espacios y rutas conscientemente calculados, más allá de los aforos y ocupaciones posibles. Simple y sencillamente son temas de legítima seguridad y eficaz protección.
No sé por dónde iremos, todo cambia muy rápidamente, pero seguramente los conatos de pánico irán anunciándonos la necesidad de repartir los movimientos y ser más cautos y previsores. Lo que si estoy convencido es que, si en una plaza solo caben tres mil personas, no es posible admitir ni una más, y eso, con gran dolor del que quede fuera, va siendo ya una necesidad abarcable, asumible y real, para evitar lamentables y posibles riesgos, independientemente de la lluvia. Diviértanse sensata y prudentemente. Salud.