OPINIÓN

La libertad de saber

«Valoremos positivamente, al menos, los logros en la salud pública, en nuestra área social de conocimiento y las pocas limitaciones»

José María Esteban

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Hace 20 años estuvimos en China. Era un país en clara expansión después de las complicaciones del siglo XX. La bicicleta era el mejor transporte y sus calles magníficamente amplias no estaban saturadas de tráfico. Los pocos coches apenas se veían y no había casi ... contaminación. El control estatal se notaba muy rígido, impidiéndonos movernos fuera de los circuitos trazados por la agencia. En nuestra visita, los conjuntos urbanos y sus paisajes se nutrían de los grises e interminables utones, lilongs o siheyuanes. Viviendas muy acogedoras de poca altura, de repetitiva tipología rural, con su patio central y trasero para aperos y trasportes propios. Brotaban como hongos los primeros rascacielos en algunos sitios estratégicos, sustituyendo las casitas bajas. Se edificaban muy rápidamente, en seis u ocho meses se finalizaban edificios de 25 plantas. Los andamios eran de bambú anudados con cáñamo, más flexibles y estables, incluso que los metálicos. Una resistencia inquietante para la consciencia de arquitecto occidental.

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