Opinión
La inocencia de la especie
«Hoy es ese día: 28 de diciembre. No llega como un recuerdo respetuoso por el dramático acontecimiento, sino que se traduce como la versión más cómica del año»
El planeta alimentaba más y más vueltas en sus lentos y seguros recorridos. No había duda en sus caminos. Cada año, a las mismas horas, sus pasos iban por las certeras y sensatas órbitas elípticas. Se situaban puntuales en el mismo sitio, con muy pequeñas ... variaciones. El universo posee leyes, que intentamos interpretar en cada tramo investigado. Superan nuestra capacidad de asombro por su eterna seguridad. Sin embargo, el ser humano, habitante reciente suyo de orden inteligente, cambia continuamente sus hábitos y no se adapta evolutivamente a sus realidades naturales. La humanidad tiende a la mayor inestabilidad. Es como una entropía inevitable, es decir, como la tendencia a un cierto desorden, por más que queramos evitarlo. Es la dura pugna de escalas contrapuestas entre la Tierra y su huésped. Un transitar establecido por las reglas de lo vivo, que, en contraste con la segura y lentas leyes de las mudas y gloriosas estrellas, será siempre cambiante e inestable.
El miedo a ser derrocado, instigó a Herodes I El Grande a eliminar al anunciado rey, que podría realizar el cambio del estatus romano de aquel primer siglo de nuestra era. Lo que hizo fue aplicar esa innata inseguridad del ser humano contra su propia especie. Todos los niños menores de dos años, nacidos en Belén de Judea, como así lo anunciaban santones y profetas, deberían ser asesinados. No sensatamente controlados, sino suprimidos en el sentido vital. Este suceso tan inaceptable en su proceder, se celebró una vez que los Reyes Magos habían visitado al Niño Dios, por lo tanto, seis días después del nacimiento. Se instauró esta conmemoración, como recuerdo de la muerte de miles de niños, denominándose el día de los Santos Inocentes por su original falta de pecado, e impotente defensión.
Hoy es ese día: 28 de diciembre. No llega como un recuerdo respetuoso por el dramático acontecimiento, sino que se traduce como la versión más cómica del año. Se dice que fue el proceder de los acólitos y monaguillos en las celebraciones cristianas que fue llenando de bromas los ritos, para intentar disimular la crueldad de la efeméride. Cualquier martirio se conmemora en la cristiandad con un recuerdo respetuoso, pero en este caso lo hacemos con opuestas risas. Es como Halloween, que apenas tiene sentido en la cultura mediterránea, aunque sí en la céltica.
Solo una especie como la humana, puede convertir un hecho sádico, en un día de burlas, Esta contradicción continua de nuestra especie, es la que nos lleva a reflexionar sobre nuestras incertidumbres, con la continua pérdida de rumbo seguro. Hoy día de los Santos inocentes, no recordaremos el hecho luctuoso de aquel sexto día de nuestra era, sino ingeniando las mejores inocentadas, a veces alegres, a veces aviesas.
Acercándonos hoy, a tres días del final de año, sería mejor hacer balance de este 22, tan lleno de historias. Una pandemia agonizante gracias a las vacunas, que también ha cambiado la forma de entender esta existencia. Temas como Ucrania que deben acabarse ya; mejores, como acabar el año con un décimo premiado; y muchos sucesos más, nos deben hacer pensar que, algo habrá que cambiar para evitar tanta contradicción en esta triste y opuesta inocencia de la especie. El camino deberá ser alinearnos con las leyes ciertas y eficaces del universo, no solo verde, sino también azul y de mil colores. Feliz paradójico día y Feliz Año Nuevo. Deseemos que el 23, al menos, traiga más Paz con los mejores deseos cumplidos, y asegurar así un mundo más justo y libre. Salud.
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