OPINIÓN

La festividad de San Onofre

Las reacciones se hacen más irreflexivas, como las redes, sin sopesar sus impactos con los que nos rodean

Hay un dicho que se cita con facilidad y simpleza sobre cada uno de nosotros: este o aquel son buenas personas. El mundo camina hacia conceptos cada vez más complejos y difusos, miren lo que acaba de pasar en Europa. Últimamente parece que no somos ... capaces de usar el respeto para la mejor convivencia. Generalizar es injusto, pero voy constatando que aquellas reglas que nos dirigían hacia un trato afable y sincero, se van perdiendo en un contexto de mayor impaciencia e irascibilidad. Perdemos la tolerancia.

Hay quienes sitúan esta peor educación en la perdida de una cuidada y entregada enseñanza, y/o la falta de control y referencias al no estar los padres más tiempo en los valores de la crianza. Pudiera ser que la reciente pausa de la pandemia, nos llevó a un irresistible miedo ante otro nuevo enclaustramiento, y vamos cada uno a nuestro inmediato interés. Las reacciones se hacen más irreflexivas, como las redes, sin sopesar sus impactos con los que nos rodean. Es posible que las vacunas hayan dejado un poso de inseguridad e inquietud, por su débil contraste experimental, y andemos algo estresados. Lo mismo se nos ha aumentado la velocidad de los humores, cosa que, por otro lado, ocurre siempre a medida que crecemos.

En mi humilde opinión, hoy, el factor principal es la densa aglomeración de esta imparable y superabundante especie, que no se dota ni sujeta a ningún control ni aforo. Ese aumento de la población en lugares imanes, hace que, compartir los mismos espacios, sea cada vez más disputado, convirtiendo en pugna un mínimo roce o diferencia. Me lo confirma cómo nos predicamos en las multitudes, donde debiéramos ser más calmados y respetuosos. El aumento y asistencia en los sitios donde todos queremos estar, hace que desaires infundados se conviertan en enfados. Lo constato cada vez más, en las fiestas, reuniones, como recientemente en el último Rocío, al que suelo acercarme desde hace años porque soy persona de fe. Antes se pedía permiso para ir hasta el fin del mundo, ahora el paso a tu lado es un impune empujón sin permiso previo. Es como si una manada de bisontes en jauría, luchara en invierno por una inexistente hierba.

Hay razones poderosas que nos convierten en lobos de nosotros mismos, como dijo Thomas Hobbes. Frase tomada a su vez de Tito Maccio Plauto del siglo III a.n.e., incluso cuando éramos muchos menos que ahora. Por eso otro eremita creativo, un siglo después del comediógrafo latino, como fue San Onofre, del que hoy celebramos su onomástica, era llamado así y significaba: «El que es continuamente bueno». Claro, es fácil decirlo de un anacoreta que vivía solo en el desierto, pero para aplicarlo a nuestro artículo valdría eso, recordar su nombre como la necesidad de recobrar la habilidad de ser algo mejores los unos con otros, cuanto más seamos, sin moralinas y cada vez más apretujados. ¿Cuántas buenas gentes de verdad, ha conseguido un escaño en las recientes elecciones Europeas.

La evolución natural de nuestras hormonas y enzimas nos modelan el carácter. La cultura social es la que hace que podamos compartir tiempo y espacios comunes en mejores horizontes. Me gustaría hoy, rememorando al eremita, pensar que la naturaleza de ser sencillamente buenos, es una fácil consideración para optimizar nuestras relaciones y liderazgos. No es pedir mucho, es solo asumir que los engaños, nunca llevan a nada bueno. Serlo naturalmente es mucho más fácil y viable. ¿No es así buenos guerreros? Al menos yo lo soy, y no solo por mi cuarto apellido…Salud.

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