opinión
La eterna dialéctica
Ocurre que los de un lado siguen sin olvidan ritmos anteriores y los del otro empezaron a perder los valores de la honradez política
Las sociedades avanzadas han tratado de satisfacer las expectativas de progreso y bienestar de los ciudadanos, básicamente con dos tendencias políticas. Aunque parezcan contrapuestas no lo son, pero es lo que hay. Generalizando un poco, porque no tratamos aquí de dar una clase de ciencias ... políticas, tratemos de resumir los horizontes que persiguen ambos sistemas. Denominarlos como conservadores o liberales; de derechas o de izquierda; populares o comunistas/socialistas, ya no tiene sentido, sería como perder sus horizontes. Debido al crecimiento y complejidad de las sociedades, aspiran a ser lideradas por personas dotadas de la mejor ilusión y esfuerzo para una mayor prosperidad. Elegidos por todos o por autarquías manipuladas, sus aspiraciones fundamentales son solucionar los problemas sociales.
Unos, que llamaríamos progresistas, tratan de establecer los mínimos para que a todos puedan alcanzar metas comunes. Basan su credibilidad en una sólida honestidad, transparencia, buena gestión e igualdad de posibilidades, asegurando los avances de forma solidaria y equitativa. El otro, llamémosle conservador, fundamenta en general su método, en la óptima y libre competencia, permitiendo oportunidades para que los mejores consigan esos logros, ofreciendo plusvalías a quienes esforzadamente las trabajen. Ambos necesariamente conllevan grandes diferencias en resultados, sobretodo con los que no alcanzan los mínimos niveles.
Los dos métodos articulados por filósofos y pensadores en los siglos XVII Y XVIII, alumbraron los caminos teóricos. Aunque hay otros modelos intermedios, intentan aglutinar los deseos de la mayoría. Persiguen el progreso social y económico, pero los distribuyen de diferente manera. Se dice coloquialmente que: unos hacen caja y otros la reparten. El problema radica en que ese reparto y esa caja la facultan personas como nosotros. La naturaleza humana tiene sus emociones, fortalezas y debilidades, otorgadas de forma casi genética. Las mejores ideas son a menudo, manipuladas por las querencias de los que las ponen en marcha y sus entornos. Las caídas de los sistemas en ambas direcciones, siempre han tenido un diagnóstico común: la pérdida de realidad y la desmesurada ansia de poder y perpetuidad de los liderazgos, y repito, su inmediato grupo de interés.
En el caso español, dejando metafísicas y por traducirlo más prácticamente, desde la llegada de la reciente democracia, nos hemos debatido entre dos credos que siguen buscando sus identidades. Empezamos con grandes esperanzas desmontando una autarquía que tenía sus inercias, creyendo que hacía lo mejor, como les pasa a todos. Avanzamos con un buen pacto social por bisoños e inseguros caminos. Ocurre que los de un lado siguen sin olvidan ritmos anteriores y los del otro empezaron a perder los valores de la honradez política. En ambas direcciones, se perdió gran parte del respeto entre todos.
La partitocracia y el aseguramiento del poder para ganar a toda costa, ha dividido las facciones y estamos en un peligroso y débil estado democrático, donde siempre las minorías extremas, según el guion consensuado, mandan más que las mayorías. Llegan esperanzas contra los extremos en el Reino Unido y Francia, aunque habrá que ver la práctica real de esos logros electorales. Hasta que no cambiemos aquí las reglas para una más justa representatividad, seguiremos sin avanzar eficazmente. Costará años, pero siempre la unión ha dado la fuerza y la vamos necesitando. Luego, esa unión debe ser potentemente generosa. Es como se llega siempre a la final. Salud.