OPINIÓN
Esperpentos
¿Tan difícil es aplicar cordura en las acciones y los tratamientos políticos de nuestra democracia, como serían los pactos económicos, y poder consensuar las ideas, más que oponerlas continuamente?
Según la Real Academia de la Lengua, la palabra esperpento significa: persona o cosa notable por su fealdad, desaliño o mala traza; también: desatino o absurdo. La que nos interesa es la que utilizó el contradictorio Valle Inclán, un escritor de crítica social entre el ... XIX y XX, en la que deforma sistemáticamente la realidad con expresiones cínicas y jergales, recargando los rasgos grotescos de las personas. Traemos esta última acepción al ver el panorama en el que nos sumerge la política y por tanto su sociedad, en las relaciones externas e internas. Contagiados por lo que sucede en gran parte del mundo, se sobreactúa cada vez más, recabando atenciones para conseguir más poder mediático. Una parodia, que nos está llevando a un carnaval de tiempos confusos.
Como ejemplo el tema Venezuela, que también ocurre en otros territorios, haciendo que extremos de izquierdas o derechas, se adueñen de verdades imposibles, discurriendo hacia populismos dictatoriales. Valoramos la democracia, no como el mejor de los peores sistemas de gobierno, sino como la única manera de dirigirse, cerca de la justicia, una sociedad compartida. Pero guiados por mayorías sucesivas inestables, lo que está pasando nos impregna de inquietud.
La guerra de guerrillas interna que tenemos aquí por un resultado incierto, o mejor dicho, un poder que se ha establecido como dictadura en Venezuela, nos debe hacer sopesar sus consecuencias. Cualquier batallita en un Parlamento que apenas puede caminar en la inconsistente y desequilibrada mayoría que se ha generado, -son las reglas del juego hoy por hoy-, lo convierte en ridiculez política. Temas de una nula incidencia en la mejora de los ciudadanos españoles, toma carta de naturaleza pública en el foro representativo, robando un tiempo decisivo para gestionar nuestros horizontes. Cualquier asunto ajeno, es un revulsivo para atacarse mutuamente y perder la brújula de las verdaderas necesidades que debe resolver este país.
La oposición, que se opone a todo lo que se presenta, -ojalá no fuera así siempre -, debiera calibrar los argumentos de veracidad donde se mueve, ya que apretar un tornillo más de la cuenta, hará perder la tuerca democrática y aflojarla definitivamente. Por otro lado, un gobierno que navega en los límites de la inseguridad de un consenso de grupos, que nunca dejaran de exigir más y más, no genera buenas perspectivas. Aunque los valores de futuro pudieran a la larga beneficiar a una mayoría, no hay estabilidad. ¿Tan difícil es aplicar cordura en las acciones y los tratamientos políticos de nuestra democracia, como serían los pactos económicos, y poder consensuar las ideas, más que oponerlas continuamente? ¿No es posible trabajar dignamente, no por un mayor espectáculo, sino generando unidad de progreso?
Pasó hace años con Coluche, que casi gana de payaso francés; más cercanamente con Trump que en la segunda elección, como impotencia perdedora montó una caravana de asalto al Capitolio; está pasando con Miley que utiliza públicamente la cofa del palo mayor para creérselo más; ahora Maduro, preso de su falsaria verdad, al no enseñar las actas del resultado, porque sabe perfectamente que ha perdido. ¿Si no, a que ocultarlas?, etc.
El contagiado guiñol político español toma un rumbo desmesuradamente burlesco. Estamos convirtiéndonos en la comedia de un ostentoso esperpento, ya demasiado peligroso. Por menos se convocaron complicadas revueltas. O aplicamos más razón, respeto y verdad, o seguiremos retrocediendo y perdiendo seguridad y credibilidad. Salud.