Opinión

El español

Pedro Payán, cuando habla, como hace pocos días en la UNED, sigue siendo siempre nuestro Hércules de la palabra

Era una delicia escuchar a alguien que, con una longeva y clarividente juventud de más de ochenta años, hablaba sobre nuestro creativo lenguaje, con delicada naturalidad añadida de inteligente ironía. Estaba de pie, con debido respeto al público, ademanes que se van perdiendo. Una perfecta ... elección de los vocablos le posibilitaba comunicar perfectamente lo que quería decirnos. El tiempo, con enorme atención al dicente, fluía con ligereza, sin prisas en su conclusión. El deleite de escucharlo de nuevo, era como una afectiva golosina. Pedro Payán, cuando habla, como hace pocos días en la UNED, sigue siendo siempre nuestro Hércules de la palabra. Un extraordinario cuidador de nuestro mejor lenguaje. Su esforzado conocimiento facilitó con las solas palabras, definirnos eficaz y oportunamente.

Nos dijo que es en Andalucía donde mejor se usa la gramática. Este concepto, nos somete al rigor y necesario orden de las expresiones escritas, luego leídas o dichas, para conseguir el objetivo final, que es nuestra más ágil comunicación. La lengua es, después del hábitat y el sustento, la mejor conquista para este limitado ser humano. Ha conseguido con su dominio y cuidada expresión, que podamos lograr desarrollos vitales para un mejor porvenir. Nuestras más acertadas expresiones, las hizo Pedro, haciendo referencia a su biblia del sur: 'El habla de Cádiz'. Un humilde libro de auténtico lujo cultural, que se aleja del acento a veces desquiciado, en la utilización de algunos géneros. Una solvente naturalidad en nuestras palabras, que no se cambia por la fuerza o coyuntura temporal. Voces como cubo y cuba; pollo y poyete; tuna o estudiantina; meseta y macetilla; o nuestro original seseo en la vocalización, fueron perfectamente explicados, sin acentos estridentes. Decía que no debía utilizarse fanáticamente el lenguaje, porque este surge sencillamente. Advertía que hay que adjudicar las categorías masculina o femenina con precisión filológica y sin acritud de sexo.

La semana que viene, celebraremos, de rebote, el noveno Congreso mundial del español. Unos días donde muchos notables estudiosos y habladores, debieran expresarse sobre ello y no sobre la metafísica del paisaje lingüístico. Sería muy conveniente que se reflexionara sobre por qué en estos últimos años, se enfrentan tanto las expresiones. Se comenzó por aquel desafortunado 'miembras' de mi amiga Bibi Aido. Hoy transitamos por una confusión de dichas categorías y géneros. El relato debe relajarse, atendiendo a la noble y exquisita originalidad de nuestro idioma, cada vez más escuchado por el mundo.

Las Academias de las reales o republicanas naciones de las lenguas españolas, van incorporando nuevos vocablos, arrinconando otros o aclarando significados y usos en su constante: limpiar, pulir y dar esplendor a la lengua. Es su labor, que deberíamos respetar mucho más, porque son los criterios. No debemos inventarnos los 'palabros' que queramos y darles carta de rigor, por muy locuaces y modernos que seamos.

Debiera ser una ilusión común que el Español con mayúscula, pudiera ser el idioma para el entendimiento del mundo. Nuestra extensión, riqueza, precisión, empatías vocales y proactividad en la escucha, aunque amplia conjugación, es necesaria para un mundo más entendible. Fuimos grandes difusores hace siglos, lo seguimos siendo, y nuestro idioma inunda todo el orbe. La deliciosa y madura lengua hispana, podría ser la palanca más poderosa para evitar desencuentros y malentendidos. Hablad solo en Español con el que venga. Salud y buena lengua.

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