Época de Navidad
La Navidad llega estos días cargada de rica y abundante agua, verdores, balones copas, celebraciones y miserables desencuentros.
Calando año tras año, se repite en estos días, la inevitablemente y remota experiencia. Sensible por las ausencias, pero frecuentemente felices, por los encuentros y el mejor espíritu compartido. Este ambiente de acercarse generosamente en familia y ser amables en las reuniones, paseos, comidas, etc., ... es una sensación que debiera sentirse no solo en estas fechas, sino todo el año, y adaptada a los credos de cada uno.
La existencia hizo global estas celebraciones. Fuese la religión que fuese, nos pusimos de acuerdo para conmemorar emotivas y jubilosas efemérides, en estos días de final de añada y los primeros del siguiente. Nos vimos fundidos ciegamente entre los deseos de ser más dichosos y la obligación de consumir hasta con exceso. Ahora más, en esta época de pospandemia, como si el mundo se acabara. El hambre sigue muy repartida mundialmente, aunque nos atiborrarnos más, ocultando si cabe la conciencia de las necesidades que siempre existieron.
El sentimiento navideño, para quien así lo crea, y lo creemos muchos, debiera ser la comprensión renovada del aquel divino ser que se humanizó. En nuestro caso, ya digo para los que así lo creamos, con el nacimiento de una nueva referencia vital: Jesús, hecho niño. Con todo el respeto, por supuesto, a quien no lo comparta, pero que sí aprovechan también, –digámoslo ingenuamente, aunque no crean en nada–, para celebrar unas fiestas que, sin bases nobles o mediaciones sociales, solo quedan en consumos y gastos.
La Navidad llega estos días cargada de rica y abundante agua, verdores, balones copas, celebraciones y miserables desencuentros. Rescatemos la dichosa energía reconciliadora y óptimas maneras de acercarnos. Recordemos como ejemplo lastimero y doloroso, como estarán ahora los asediados cerca del Mar Negro. Convendría que todos deseáramos, de verdad, que pare el daño y no sufran más, ni ellos ni otros. Las familias del mundo podríamos mandar una carta al minizar de Moscú, recordándole que él también tiene familia e hijos. Que, si vivieran en Rutenia, 'la vieja Russia', que es como se conocía antiguamente a Ucrania, lo que hace es solo matarse a sí mismo. Váyase ya baldomero, el único dueño de la tierra, es el planeta.
La Navidad y la Epifanía, debieran servirnos para serenar las formas, apurar las oportunidades y caminar juntos hacia un mejor futuro. La mujer también debe ser igual, aquí y en Irán. Debemos ralentizar el mundo y repensar aquellas situaciones donde la falta de paciencia, se contrapone a la comprensión del otro. Releamos a H. G. Gadamer. Entenderse, es una fase original de nuestra naturaleza, que se pierde con la inmediatez e indolente marcha de la Humanidad. Pongamos un Portal donde quepamos todos y su congreso nos agregue alrededor de las ideas universales. Pero las referencias de los que nos rigen, no son especialmente ilusionantes. Los egoísmos personales, están siempre por delante de las buenas razones
En fin, la Navidad, para los que tenemos fe en algo mejor, debiera ser creer más en nosotros mismos, a través de las verdaderas y buenas referencias. Ya sean Brahma, Buda, Yahveh, Confucio, Jesucristo, María, Mahoma, etc., o cualquier nombre de un mejor modelo, sin sus fanáticos seguidores. Esta vida es suficientemente maravillosa, como para desperdiciarla año tras año recordándonos que debemos ser mejores. Hagámoslo de verdad y disfrutémosla. Así que Felices Navidades/Fiestas a todos y que el 2023, venga con mucha Paz, plena justicia y recordándonos que la Felicidad es la meta. Y un poco de suerte mañana. Salud.