OPINIÓN
La dilusión de los valores
Los ciudadanos ya no estamos en las agendas, están las ventas, las guerras y las conquistas de sustanciosas ganancias
Lo fundamental en una sociedad justa y próspera es disponer de valores en los que cimentar su solidez y futuro. Tener principios se ha manipulado tanto, que hemos ido perdiendo la conciencia clara de sus verdaderas naturalezas. Decía el Dalai Lama: «Abre tus brazos al ... cambio, pero no dejes ir tus valores».
No sé si coincidirán conmigo, pero en estas últimas décadas, –muy aceleradas ¿verdad?–, se producen hechos que no somos capaces de asimilar, y que nos superan por su celeridad, ambivalencia e inseguridad. Un tiempo basado casi exclusivamente en conceptos materiales, difíciles de comprender ni asumir. Lleno de soluciones fáciles y automáticas, pero untados de pérfidas intenciones. No alcanzamos a generar un pensamiento cierto porque todo es impuesto y fugaz. No se ha encontrado un logro tecnológico, cuando ya aparece otro que lo desplaza por inservible, para que urgentemente se reponga. Una era de absoluto consumo en casi todos los ámbitos, incluso de sangre, donde sometidos a una distracción planificada, se nos desconcierta y aleja de la auténtica realidad. Las referencias estables, luchadas para la progresión social y cultural de los ciudadanos, se desvanecen inconsistentes y laminadas. Una continua reunión endogámica de poderes recorre el planeta, cada vez más concentrados.
Las discusiones sobre las diferencias entre derechas o izquierdas, como si el tiempo se hubiera detenido en Marx o Smith, son inoperantes. Los medios acuden raudos a destacar las emocionantes pugnas de lo político, como si en esas riñas nos fuera la vida, que nunca fue delegada por los ciudadanos para corrupciones o inutilidades. Agazapados tras las cortinas, siempre los propios intereses, no el de sociedades más equitativas. Los ciudadanos ya no estamos en las agendas, están las ventas, las guerras y las conquistas de sustanciosas ganancias. Esa, al menos, es mi clara impresión.
Mientras esto sucede, con escusas como la sequía climática, los combustibles o el dinero virtual, un enloquecido aumento de precios cae sobre todos, como un secuestro diario incontestable, a cambio de cada vez menos remuneración. Todo parece posarse sobre olas de deslealtades, sin una mínima honestidad. En breves palabras, nos tienen tan distraídos en otras redes, que los aviesos lobos entran libremente a pescar en los corrales, por la absoluta falta de control y respeto.
Hoy, disculpen, no es que me haya dado por las reflexiones desilusionantes, es que va siendo hora de que todo tenga un cierto orden, disciplina y busquemos puertos más estables y rectos. La interesada y envolvente mega-información que nos sustrae de los necesarios asuntos, juega a su favor. Sería bueno buscar un equilibrio entre lo social y la ganancia del que arriesga su capital. Podríamos estar dirigiéndonos a un destino peligroso para la inmensa mayoría, donde, sin el menor pudor, sigue flotando la minoría. Las orientaciones ideológicas no importan, solo los resultados de sus rentas. Un mundo, sin pensamiento humanístico ni moral, algo desbocado e injustamente repartido, sin más rumbo que tener más y más.
Finalmente, razonemos si progresismo o conservadurismo existen, yo creo que no. La izquierda se perdió en su propia falta de independencia y honradez, y la derecha hace lo que siempre ha hecho. Ya son casi lo mismo. Nos encontramos ebrios en una sociedad casi sin pulso y exclusivamente económica, que diluye los valores. Necesitamos nuevas ilusiones, porque esto tarde o temprano, podría no tener un buen desenlace. Salud.
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