Opinión
Quién cuidará la casa
Cuántos ejemplos hemos ido encontrando de abandono del patrimonio religioso por impotencia material
En casi todas las grandes ciudades y sectores rurales está ocurriendo lo mismo. Los tiempos son muy duros con las vocaciones. No viene el relevo desde hace años y casi todas las órdenes se van quedando sin novicios. Las reglas y adhesiones no se adaptaron ... a los tiempos. No cabe duda de que tener fe, sigue siendo un duro ejercicio de nuestra inmensa debilidad. Los tiempos no trajeron nuevas formas de entender los ancestrales credos. Los rígidos mandatos eclesiales supusieron límites a la modernización de las doctrinas. La independencia de la dirección católica en sus propios estatutos, que les permitían alguna libertad buscando legos y hermanos en otras tierras, no dieron resultados en la captación de nuevos continuadores. Nunca intentaron sobrevivir con nuevas y más actuales maneras. Quedaba, como destino alternativo, convertir en centros culturales y hostelería histórica las casas de Dios y de sus adeptos.
Cuántos ejemplos hemos ido encontrando de abandono del patrimonio religioso por impotencia material. Insufribles en la actualidad. La otra gran casa, que son de las diócesis, buscaron en el pluriempleo del diaconado y seglares su supervivencia. Cada una de las órdenes, sujetas al patrón que cada santo predicó, hicieron enormes sacrificios desde sus fundaciones. Su pasado y presente está lleno de buen hacer y enormes entregas para conseguir que este mundo haya sido diferente, por mejor. Aunque algunos de sus miembros, como hombres, fueran del tribunal. Todas las órdenes nacieron para hacer el bien, no solo orar, sino trabajar por los demás y sobre todo los mas necesitados. Nadie puede dudarlo.
Con ayudas propias y ajenas, lograron edificar un enorme y valiosísimo patrimonio que, aquí en España como en otros muchos países, es la orgullosa herencia del mejor arte y creatividad. El coste de mantenimiento del enorme Patrimonio artístico generado, hace hoy imposible la continuidad de esas nobles casas. Vemos el desfile de huida de estas bellas historias por incapacidad, que van quedando sin habitantes que las cuiden y mantengan.
Cádiz como ejemplo cercano, perdió Capuchinos, pierde el Carmen, San Francisco, las Reparadoras, etc. Pero nadie, al menos públicamente, es capaz de buscar soluciones para el desastre que se nos avecina. Si dejamos sin vida esa acumulación de edificios y joyas incluidas, todo se podrá perder. Quizás la solución pueda venir por las cofradías, pero no sé si son capaces de asumir la necesidad de mantener esos grandes edificios, aunque con limitadas misas, con las prioridades de atesoramiento de sus propias imágenes o tanta Magnas. Tampoco todo puede convertirse en hoteles, ya que nunca valoraran respetuosamente todo lo que se tenía. Las obras de arte sin custodia vuelan rápidamente. Tampoco el apostolado seglar está preparado para asumir la responsabilidad de los valores económicos.
Todo se dirige a una pérdida paulatina e imparable del Patrimonio. No solo de las devociones, trabajo y los ritos, sino de sus contendores e historia añadida. ¿Cuál será la solución? Ni el estado, ni la autonomía, ni las diócesis, ni las leyes, y lo que es peor, ni los propios devotos familiares de esta Santa Fe, nos manifestamos para colaborar suficiente y realmente. Quizás haya que ir pagando esos costes por propios y cobrar su disfrute a quienes no tengan la fe. El peligro es inminente y claro. Hoy quizás creer pierde fuerza con los tiempos que vienen y solo la gana por la inquietud de los momentos, que solo deja impotentes e insuficientes limosnas. ¿Quién cuidará la casa? Salud y cuidemos de lo nuestro.