OPINIÓN
La clase de la Universidad
La lucha por la docencia y la investigación en las certezas de una sociedad viva, dinámica y que se hace propia en cada día, se ve violada por la decisión de quienes no entienden ni comparten las ideas de los más independientes
Aquel día, hacía pocos que había entrado el nuevo Rector, un ministro recientemente nombrado había sido invitado a dar una conferencia en el salón de la Facultad. Les acompañábamos muchos miembros de la UCA, nuestra mejor Universidad Provincial. Entró, también libremente, público de distintos tipos ... y rangos, ya que era un acto público de entrada libre como su calidad merece. Si algo tienen la Universidades Públicas es, esa capacidad para liderar el valor de la libertad de ser, opinar, conocer, y en fin luchar por una sociedad justa, formando los mejores y futuros líderes que la dirigirán. Durante la intervención, algunos jóvenes asistentes tomaron la palabra para decir unas protestas que no amenazaban con ningún peligro, tan solo su expresión fuera de guion. De pronto, como si fuera un relativo tejerazo, entró la policía a mansalva reduciendo drástica y duramente, con alguna herida que otra, a las personas que solo querían expresar ciertas injusticias, sin más aspavientos, al ministro de tal. Fue entonces allí otra prueba de que las Universidades Públicas, reitero, van perdiendo su honesta estima e inviolabilidad.
Recuerdo que la última vez que fui testigo de la entrada de la policía en una Universidad, fue allá 1973 en mi Escuela Técnica Superior de Arquitectura en Sevilla. Dijeron que auxiliada por la dirección de aquel momento, pero como en esta reciente evocada en Cádiz, nunca se supo si fue llamada por mandantes o mandados. Sí recuerdo ambas por su dramatismo, al menos a mí me lo pareció, en esos momentos que con gran dureza en sendos y tan distintos momentos políticos, fueron tan iguales.
Digo esto, porque sigo siendo honrosamente miembro de esta gran Universidad de Cádiz, a la que me ligó mi aportación profesional durante más de veinte años, y continúo, ya jubilado, aprendiendo y trasladando conocimientos. Una fuerte Universidad Pública que alimenta pasiones por la lucha de la verdad y por la Enseñanza Superior bien construida, con sus más o menos, a veces por falta de recursos y a veces por cierta falta de exigencia de muy pocos, como en todos lados. Una Universidad que no fue respetada en lo que relato, ni entonces ni ahora. No corren buenos vientos a favor de lo público.
Viendo las imágenes que se producen en Estados Unidos, donde las Universidades están siendo sacudidas por férreos apresamientos policiales sobre estudiantes, me produce aún mayor desasosiego. La lucha por la docencia y la investigación en las certezas de una sociedad viva, dinámica y que se hace propia en cada día, se ve violada por la decisión de quienes no entienden ni comparten las ideas de los más independientes. Ellos, universitarios libres, son capaces de decirle a sus mayores que se equivocan en valorar la injusticia de los hechos. Denunciar esos intereses creados y el mortal genocidio Palestino, en este caso como en muchos otros, es una verdad incontestable que ya en Gaza supera la mayor pérdida de vidas inocentes de la historia reciente. No entendemos como las Universidades no puedan expresarse pacífica y contundentemente para que tal padecimiento deba terminar.
Podrán o no asumirlo quienes manejan el cotarro, pero lo que no podemos admitir es que los centros del asilo de la libertad, la verdad y la soberana manera de denunciar impunes injusticias, se conviertan en campos de concentración. Siempre dije que una Universidad es más creíble y honesta, en la medida que es capaz de denunciar las incómodas y falaces realidades de la sociedad en que vive. Esa es la auténtica clase de una Enseñanza que quiera ser Superior. Salud.