OPINIÓN
Carnes y huesos al aire
Las expresiones estéticas van cambiando con la pérdida de memoria y referencias de cómo realizar sus bellos trajes
La sensación de desnudez acompaña, cada vez más asiduamente, nuestras compras y comidas. El recinto que nos acogía se mostraba en sus paredes, antes internas y ahora aparentes, agresivo por sus colores y formas. La sensación era estar abrazado por un ser de carne y ... hueso, cuyas texturas simulaban un cuerpo humano despojado de sus pieles. Algo interior se desnudaba para nosotros.
La moda, en mi opinión, vino por la segunda guerra mundial, cuando muchos patrimonios históricos fueron masacrados por las malditas bombas, y la inmoral manera que brota a veces de las prehistóricas entrañas del ser humano. Los edificios dañados en los cascos históricos, tuvieron que rehabilitarse. Para restaurar sus ruinosos restos, la falta de especialistas en el arte de la cal, la albañilería y lo más importante, la exigua disponibilidad de presupuestos de postguerra para devolverlos a sus imágenes originales. La necesidad y la rapidez de reconstrucción recurrió a prioridades de utilidad, antes que a las estéticas. Se fue perdiendo la sensibilidad de finalizar delicada y adecuadamente las fachadas de los nobles edificios. Esta nueva visualización se impuso en centro Europa y sus imágenes se transmitieron al mundo como si fueran nuevos criterios de restauración. dejando miles de entrañas constructivas al aire.
Las ciudades empezaron a mostrarse con sus músculos y esqueletos a la vista. Se fue olvidando cómo estaban esas fachadas bellamente revestidas. No solo protegían sus anatomías edilicias, sino también mostraban el catecismo de la historia. Los cultos semblantes históricos, siempre expresaban su mirada estética con revestimientos protectores, que requerían un cuidado y mantenimiento exquisitos. Sabios, pero algo costosos. Es la arquitectura noble y su exigente acento ornamental, que siempre fueron así. Las expresiones estéticas van cambiando con la pérdida de memoria y referencias de cómo realizar sus bellos trajes. Todos los paramentos, incluso los de piedra, eran protegidos, tratados y embellecidos con enfoscados, estucos y revocos que mejoraban su durabilidad y permitían dotarles de mejores excelencias y calidades estéticas. Hoy, los desnudos, se deterioran, meteorizan y disgregan.
Los pintores y artistas de la belleza exterior, maestros en simulaciones, trampantojos, esgrafiados rectos y curvilíneos, con despieces de sillares y portadas, se han perdido por la falta de conocimiento, oficio, desidia y economía. El novelero entendimiento de fachadas e interiores, en los que ahora se ven las estructuras constructivas de maderas, ladrillos y piedras, con sus labores de fábrica, es una metamorfosis lamentable. Se ha producido una mutación estética de bastarda contracultura arquitectónica. «No terminar los edificios», es hoy una moda que muta la estática por la estética. Lo que fue un diestro trabajo anónimo se ha disuelto, elevando su soporte a la consideración de visto, que nunca fue. La moda europea de la rala desnudez, ha hecho muchos estragos en magnificas arquitecturas. No digamos en las mudéjares o medievales, considerando el ladrillo y el mampuesto vistos, de forma contraria a cómo se pensaron: protegidos y embellecidos. Pasa en Cádiz con su piedra ostionera, que no debe estar nunca vista. Se intenta con ello aparentar mejores calidades, que no lo son en absoluto.
Por eso, entrar en comercios y restaurantes, que manifiestan en su exterior e interior el despelleje deforme de sus carnes y huesos al aire, como modas artísticas, a mí como arquitecto, salvando gustos, no me parece procedente. Salud.