Opinión
Bic naranja, Bic cristal
Ser un BIC, significa mucho, no solo el honor de pertenecer al catálogo mejor del Patrimonio Histórico Cultural con dos leyes en estas tierras, sino los deberes adquiridos por todos
El rostro no se parecía en nada al suyo, yacía muerto desde hace años. Se diría que sin la mínima ilusión de navegar. Las cuadernas abiertas rendidas ante el esfuerzo agotador, dejaban entrever por sus desechas costillas un mundo de muchas décadas lleno de viajes ... ilusionantes. Pareciera que sucumbía a su propio, inexorable y lento desguace, imposibilitado a remontar por la lesión mortal. Las muletas metálicas, solo ayudaban a su depósito en el presente túmulo, conservando aún en parte, su gráciles y náuticas formas, impidiendo, en lo imposible, el agravado descuartizamiento. Como una insolente bienvenida a los que entrábamos por el final del Guadalete, nos recibe intactamente fallecido, uno de los mejores emblemas de la Bahía. Un Adriano III, menos romano de lo esperado y mustio navegante de estos mares, por la desidia de los que pueden decidir. Forma parte de la gran nómina de desesperanzados BICs.
Como estas hay muchas historias que van jalonando el existir insolvente en el Patrimonio de estas tierras. Aunque haya leyes que obligan a los políticos, no solo a los técnicos, que hoy en día es muy dado el gremio político funcionarial a echarnos todas las culpas de las decisiones y lentitudes de las gestiones-, nadie actúa. Ser un BIC, significa mucho, no solo el honor de pertenecer al catálogo mejor del Patrimonio Histórico Cultural con dos leyes en estas tierras, sino los deberes adquiridos por todos. Su permanencia como legado común protegible y restaurable, debe ser efectiva y real. Aunque la propiedad pueda ser de un privado, las responsabilidades subsidiarias siempre corresponden a las administraciones públicas competentes. Dejarlo morir, pudiendo salvarlo, es un delito.
Otro ejemplo de la inanimidad pública como gran BIC, es el edificio de Valcárcel en Cádiz, el mejor inmueble civil protegido de Cádiz. Un edificio que Torcuato Cayón diseña en 1763, como un Escorial gaditano, y que no pudo terminar como Casa de la Santa Caridad de Cádiz. Sus valores, ya hemos hablado de ellos, casi paralelos a los de la actual Catedral en muchos aspectos, lo han ido llevando en la tutela del legado provincial, con múltiples mutilaciones internas y un debate interminable para su conservación y ulterior uso. Parece que este deje o acento de inutilidad, le gusta a esta cuatrimilenaria ciudad. Sigue Valcárcel en unas condiciones de deterioro importantísimas, que hay que detener. No se puede entrar porque peligran sus techos. Se pasan la culta patata entre si la Universidad debe agregar Patrimonio, o que la Junta no está para restaurar ciudad. ¿Entonces, para que está el gobierno Andaluz, competente en los BICs? ¿Para decir que estamos muy bien, y que debemos de creernos en Cádiz que lo positivo es hablar bien de nosotros?
¿Y para qué? ¿Para seguir engañándonos en el mismo mitin para todas las ciudades? El edificio del Valcárcel, con décadas de desilusionada solución como el Vaporcito, merece también un respeto, no solo por su seguro y futuro uso Universitario, sino por los propios valores Patrimoniales, que para eso se declaró BIC.
No sé si depende de una señora con nombre de noble romana, casi prima de Adriano, o de un fiscal con nombre de espíritu celeste. Alguien debería, no solo denunciar, como hacemos en la plataforma 'Valcárcel Universitaria', sino encontrar la horma correspondiente para que se arreglen definitivamente estos Monumentos. Nos suena mucho más a un BIC Cristal, que naranja pasajero. La fragilidad es uno de los mayores riesgos de estos Bienes, y si se pierden nunca regresan. Salud.