OPINIÓN
No aprenderemos nunca (II)
Sigamos ayudando y rezando, corren tiempos desiguales de duelos
Bajo el triste pesar por la catástrofe ocurrida, no hay otro tema que preocupe más que el recuerdo a las víctimas y damnificados por los estragos de las DANAs. Palpita en nuestros ojos y corazones la percusión de tantas familias desasistidas. Las dimensiones y daños ... de este sunami invertido, han sido tremendas y en parte inevitables. Luchemos por la seguridad de saber que tarde o temprano volverá la normalidad, aunque llena de cicatrices. Rezamos esperanzados por los fallecidos y supervivientes, descansen en paz y ánimos a todos, ya que el paso del tiempo pacientemente, tarde o temprano, nos curará.
En mi anterior escrito sobre este asunto, les habrá causado rareza traer en su final la referencia a Paquirri. Para mi supuso la anécdota de un hecho luctuoso de un mito, que lo llevó a morir, por su exposición en una plaza de tercera sin mínimos medios para contener una hemorragia. Este país, suceso tras suceso calamitoso, tiene una enorme capacidad de olvido. No atendemos los mínimos aprendizajes para que el siguiente riesgo con posibilidad de efecto mortal, pueda ser evitado o al menos atenuado. No hay que perder la conciencia de que este dañino suceso nunca se pudo prever tal como se desarrolló y siempre habrá cataclismos. Hemos sido testigos de muchas pérdidas de vidas que podrían haberse evitado. Debimos avisar y prevenir para no movernos e impedir que nuestros propios vehículos se convirtieran en ataúdes. Hay que establecer las mínimas condiciones a futuro para una rápida respuesta, resiliencia y vuelta a la normalidad.
El protagonismo casi exclusivo que hemos cedido a la política, en mi opinión, tanto en medios como en nuestras conversaciones, nos ha llevado a un grado de relajación civil creyendo que resolverá los problemas a cambio de echarle, vanamente, las culpas. La sociedad debe asentarse sobre normas y usos sólidos, seguros y consistentes. La administración pública y el gran emprendimiento privado, con sus competencias, somos los que formamos la verdadera sociedad. Hemos cedido mucha responsabilidad a quienes no la tienen y les hemos dejado creérselo. Aparentan saber de todo, cuando no saben ni gestionar una crisis. Hay una gran confusión nacional por un sistema de competencias gravemente disperso y peligroso. Pedir respuestas a irresponsables, es pedir a un analfabeto que lea el Quijote. Ellos solo deben priorizar las acciones, pero las soluciones son de los ciudadanos. Lo dicho reiteradamente: el pueblo salva a pueblo.
El testimonio por los fallecidos debe ser concienciarnos que este país posee un orden de desarrollo, por debajo de lo que creemos y hay mucho que mejorar. Estar en Europa no lo es todo. Falta mucho esfuerzo de todos para conseguirlo, pero el pillaje y la mentira son rasgos que no abandonamos y la estabilidad social es más que necesaria. Nuestro empeño debe ser recuperar el justo respeto por una estructura social, cultural y económica, sanas y ciertas. Pasamos por la vida exculpándonos, cuando son nuestras las carencias.
Pongámonos las pilas, hagamos verdadero ejercicio de conciencia, para que la siguiente DANA, terremoto, sunami o riesgo inminente, sea conocida y evitada a tiempo con protocolos de mayor racionalidad social. En temas de seguridad hay que disponer de agilidad y eficacia. Dejemos a nuestros representantes que solo nos representen, pero aunando esfuerzos y criterios. Ellos no son lo importante y deberían hacerlo mejor. Debemos trabajar duro cada uno en su ámbito. Sigamos ayudando y rezando, corren tiempos desiguales de duelos. Salud.