Opinión

No aprenderemos nunca

Cuando a toro pasado se hacen reflexiones sobre calamidades ocurridas, siempre es posible acertar, e incluso quedar bien delante de alguien o de uno mismo, que más da

José María Esteban

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Ocurrió de nuevo. Llegó esta vez mucho más fuerte, explosiva y errática. Las terribles y contundentes consecuencias fueron mayores que las de octubre del 2024, de hacía tres años. Una serie de continuas gotas frías, enormes, cargadas de abundantes tormentas, se sucedieron durante más de ... una semana, dejando el arco Mediterráneo y el Golfo de Cádiz, como una imponente marisma de Doñana. Las inundaciones no fueron lo peor, lo dramático fue que ya el agua cogió, para quedarse, el sitio que posiblemente no ocupaba desde el último episodio diluvial del Cuaternario. La geografía cambiaba demasiado rápido. Los sitios de sus pobladores eran tomados por una naturaleza que ya había avisado que eran suyos. Fue tal la cantidad de agua caída, que los enclaves urbanos no soportaron su densidad. Fueron sepultados como lo fue Riaño con su pantano. Urgía resituar los pueblos desaparecidos en otras zonas más altas y estables, fuera de costas, espacios inundables y escorrentías peligrosas.

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