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la tercera

Odisea en la selva colombiana

Suele decirse que no hay amor por apasionado, profundo y duradero que sea, comparable al amor materno

carbajo

JOSÉ MARÍA CARRASCAL

La única noticia merecedora de aplauso, titulares, satisfacción y optimismo en el abigarrado, contradictorio y a menudo esperpéntico escenario mundial, no la han protagonizado un político ni un científico ni un deportista ni un artista, actor o actriz, sino cuatro niños capaces de sobrevivir cuarenta días a los peligros ... , desafíos, amenazas y avatares de la densa selva colombiana, con árboles de 50 metros que impiden la llegada de los rayos de sol a la superficie, por donde merodean fieras y reptiles de todo tipo, desde el jaguar a las serpientes venenosas, mientras en el aire zumban insectos capaces de dejarte tieso con su aguijón. Sin embargo, aquellos críos, muy lejos todavía de la mayoría de edad, aceptaron el desafío, mostrando un temple que para sí quisiera la mayoría de cuantos vivimos en países desarrollados. Han podido hacerlo, en eso coinciden todos los expertos, gracias a su familiaridad con el ambiente. Saben moverse por la jungla sin llamar la atención a los animales más peligrosos e improvisar refugios con ramas de la maleza contra la lluvia nocturna, como recoger esa agua en cuencos para beber, ya que la de los riachuelos puede estar contaminada y acabar con uno o una tras el último trago. Aunque lo más importante es la actitud, la firmeza ante el infortunio, el compañerismo y consciencia de que forman un bloque donde nadie puede fallar, porque todos se necesitan.

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