la tercera
Odisea en la selva colombiana
Suele decirse que no hay amor por apasionado, profundo y duradero que sea, comparable al amor materno

La única noticia merecedora de aplauso, titulares, satisfacción y optimismo en el abigarrado, contradictorio y a menudo esperpéntico escenario mundial, no la han protagonizado un político ni un científico ni un deportista ni un artista, actor o actriz, sino cuatro niños capaces de sobrevivir cuarenta días a los peligros ... , desafíos, amenazas y avatares de la densa selva colombiana, con árboles de 50 metros que impiden la llegada de los rayos de sol a la superficie, por donde merodean fieras y reptiles de todo tipo, desde el jaguar a las serpientes venenosas, mientras en el aire zumban insectos capaces de dejarte tieso con su aguijón. Sin embargo, aquellos críos, muy lejos todavía de la mayoría de edad, aceptaron el desafío, mostrando un temple que para sí quisiera la mayoría de cuantos vivimos en países desarrollados. Han podido hacerlo, en eso coinciden todos los expertos, gracias a su familiaridad con el ambiente. Saben moverse por la jungla sin llamar la atención a los animales más peligrosos e improvisar refugios con ramas de la maleza contra la lluvia nocturna, como recoger esa agua en cuencos para beber, ya que la de los riachuelos puede estar contaminada y acabar con uno o una tras el último trago. Aunque lo más importante es la actitud, la firmeza ante el infortunio, el compañerismo y consciencia de que forman un bloque donde nadie puede fallar, porque todos se necesitan.
El bebé, por ejemplo, necesitaba ser llevado en brazos, por lo que se repartían los turnos, pese a que su equipo, el calzado sobre todo, se deterioraba a ojos vista a causa del barro y la lluvia. Clave fue la mayor, Lesley, con sólo 13 años, que asumió el mando desde el primer momento, aquel dramático salir de la avioneta en que viajaban estrellada contra los árboles, junto al piloto, su madre y otro pasajero. En un principio se creyó que los tres adultos habían muerto en el impacto, pero la madre, Magdalena Mucutui, sobrevivió cuatro días aunque con graves heridas que terminarían causando su muerte. Esas primeras jornadas las pasaron junto a la avioneta, que hacen de taxis en la región, al no haber carreteras, sólo senderos en la maleza, que los cambia casi cada día, explorando los alrededores y aguardando la llegada de exploradores de su tribu, que sabía no iban a abandonarles, como sus parientes.
Al oír el ruido de helicópteros, se escondían al ser aquel territorio de guerrillas, las FARC, que pese a haber llegado a un alto el fuego con las fuerzas gubernamentales varias veces, otras tantas lo han roto y nunca se sabe si te van a ayudar o a tomar como rehén. Aunque los paquetes de comida y medicinas que les arrojaban los recogían y ayudaban a su mantenimiento. Cuando el estado de la madre empeoró, les llamó para decirles en ese tono amable y respetuoso que usan todas las clases sociales en Colombia, incluso cuando hablan con niños y casi como en una novela de García Márquez, les dijo: «Váyanse, que ustedes van a mirar ahora quién es su papá, quien sí sabe qué es amor de papá, como se lo demostré». Ante lo que los niños se pusieron en marcha bajo la dirección de Lesly que conocía mejor que ninguno la jungla por haberse adentrado e incluso perdido a propósito en ella por razones aún no explicadas. Su lugarteniente era Soleiny, de 9 años, encargada de que Tien, 4 años, y Cristo, sólo unos meses, no se extraviaran pues en aquella espesura se necesita ir de la mano en algunos parajes para no perderse. Al tiempo de ir recogiendo las hierbas y plantas comestibles. Es incluso posible, dicen los miembros de su tribu que se mostraron dispuestos a colaborar en la búsqueda, así como las unidades del ejército, que hayan pasado a unos metros unos de otros, sin darse cuenta.
Lo importante, sin embargo, es que los encontraron. La extrema debilidad de los niños ha impuesto la necesidad de que no haya ruedas de prensa, fotógrafos y demás algarada que se produce en estos casos. Se les está alimentando sólo con líquidos, se les transporta en helicópteros y se les ubica en habitaciones separadas de hospitales militares para ser tratados por todo tipo de especialistas, que se lo merecen. Sólo familiares de primer orden pueden hablar con ellos y por un tiempo limitado, para no interrumpir la terapia de recuperación a que están siendo sometidos. Sin que tampoco estos puedan decirnos mucho más de lo que sabemos, habiendo contradicciones entre ellos sobre lo que les han dicho, y mostrando la necesidad de un periodo de tranquilidad hasta que se repongan de la traumática experiencia que han vivido.
Periodo que voy a aprovechar para abordar un tema que viene acuciándome desde hace tiempo, sin que encuentre la oportunidad de abordarlo. Me refiero al amor de madre. Suele decirse que no hay amor por apasionado, profundo y duradero que sea, comparable al amor materno. Yo iría bastante más lejos: el único amor pleno, auténtico, divino por sobrepasar a todos los amores, entre hombres y mujeres o del mismo sexo, es el amor de madre. La razón es bien sencilla y todos hemos tenido la oportunidad de comprobarlo; mientras en el resto de los amores siempre hay un porcentaje más o menos grande de egoísmo, al incluir la satisfacción, el orgullo o las ansias de ser correspondido, el amor de madre es total y plenamente gratuito. Da un cien por cien sin pedir nada a cambio. O un doscientos. A qué se debe no lo sé ni tampoco me interesa mucho, al ser consciente de que nunca seremos capaces de devolver el amor que ellas nos dieron. Comparado con el amor de los hombres a sus vástagos, vemos una diferencia abismal. Nuestros padres nos quieren sin duda alguna. Pero nos quieren como ellos quisieran que fuésemos, la inmensa mayoría de las veces con la mejor de las intenciones, buscando nuestro bien y poniéndose como ejemplo, lo que es loable. Pero sin tener en cuenta que podemos ser distintos y creándonos todo tipo de frustraciones. Aunque tan malo o peor son los padres que quieren ser amigos de sus hijos. Cuando amigos tienen sus hijos a porrillo, mientras padres sólo tienen uno. De ahí que sea tan difícil ser padre por la responsabilidad que lleva de firmeza y flexibilidad, nada fácil en nuestros días en que los derechos suelen imponerse a los deberes.
Es verdad que las madres tienden a comprender nuestras debilidades y perdonar nuestros deslices, con lo que no nos hacen ningún favor, pero nos ayudan a sobrepasar las muchas desilusiones de la vida. Y volviendo a Magdalena Macutui, despidiendo a sus hijos para que encontraran a su padre para mejorar su suerte en la vida, y dejarse morir en medio de la selva ¿puede darse mejor ejemplo? En cuanto a su hija mayor, Lesly, que guio a sus hermanos por la jungla, yo no vacilaría lo más mínimo en darle mi voto para que fuera la presidenta de mi gobierno.
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