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El llanto de la izquierda

Giorgia Meloni no va a ser la desgracia que predice la progresía, excepto para ella, a la que se le acaban las bicocas

José María Carrascal

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Tengo la impresión de que si el Vesuvio y el Etna se hubiesen puesto a vomitar lava con la misma furia que lo hizo el volcán de Cumbre Vieja de La Palma no hubiera visto ni oído tantas lágrimas y llantos como los que estoy ... viendo, y no sólo por Italia, sino por Europa en su conjunto. Desde luego, la invasión de una de sus naciones medianas, Ucrania, por la más grande de todas, la Rusia de Vladímir Putin, acompañada de los crímenes contra la humanidad que suelen darse en este tipo de episodios bélicos, no produjo ni la décima parte de esta conmoción. Y todo ¿por qué? Pues porque en Italia la extrema derecha ha ganado las elecciones legislativas. Ni que el proyectil con que los científicos intentan desviar el curso de un meteorito que amenaza la Tierra hubiese fallado su blanco y viéramos en peligro nuestro planeta. Cuando el resultado de esas elecciones estaba previsto, e incluso hay quien dice que, viendo lo que se nos viene encima, la izquierda las perdió a posta para culpar a la derecha del trompazo que nos espera. No lo creo. Primero, porque la izquierda nunca soltará el poder si puede retenerlo, porque es su única forma de sobrevivir (del Estado). Segundo, porque teme que lo de Italia no sea coyuntural, sino esencial, apuntando a un cambio no ya de ciclo sino de edad, sin que nos hayamos dado cuenta.

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