la suerte contraria
Yo sé quién soy
Se trata exactamente de lo contrario, de asumir con normalidad la existencia de lo que 'ya es'
No puede existir la autodeterminación de género porque el género es una propiedad de las palabras, no de las personas. Y, además, las palabras no se autodeterminan. Podría llegar a existir la autodeterminación de sexo, pero tampoco, porque el sexo no es algo genital. Todas ... y cada una de las células de mi cuerpo son masculinas y eso es lo que hace de mi un hombre: un cromosoma en el ADN. Si me castraran, sería un hombre castrado. Y si me hormonaran, un hombre hormonado. Y si yo me sintiera mujer, sería un hombre que se autopercibe con características que creo identificar con lo femenino. Pero seguiré siendo un ser humano con cromosomas masculinos en cada célula. Un hombre, solo eso.
Por otro lado, la autodeterminación es un derecho de los pueblos colonizados. Una persona no es un pueblo. Y menos aún uno colonizado, a no ser que sea por el lenguaje. Y al 'autodeterminarse' estaríamos entregándonos a otro colonialismo, al del lenguaje de la posverdad, que no se basa en lo real sino en la emoción que la verdad suscita, en lo subjetivo. En la mentira. Ser transexual –como no serlo– no te define ontológicamente. Nadie puede definirse diciendo: «Soy Álex y soy trans», del mismo modo que nadie puede definirse diciendo: «soy Felipe, sagitario», «soy Almudena, cero negativo», o «soy Daniel, del Osasuna de Pamplona». Una persona no puede ser definida en su conjunto por un solo rasgo.
Y, además, tú no puedes definirte a ti mismo. En el capítulo V, Don Quijote dice «yo sé quién soy», pero, en realidad quiere decir «yo sé quién puedo llegar a ser» y, por lo tanto, presupone aceptar que «yo aún no soy yo». En último término, «sé quien he sido y sé quien quiero ser». Es decir, «no sé quien soy». Porque un sentimiento no es un destino. Y, además, los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, que decía Wittgenstein, por lo que no se puede querer ser algo que no está definido. Es decir, algo que aún no existe. Como en Macondo, «el mundo era tan nuevo que las cosas no tenían nombre y para nombrarlas había que señalas con el dedo». Alguien apuntó a unos con el dedo, y, al nombrarlos, dividió el mundo en dos. Y acotar es denigrar, diferenciar. Se trata exactamente de lo contrario, de asumir con normalidad la existencia de lo que 'ya es'.
Como en aquel cuadro de Matisse, 'Ventana abierta en Collioure', la atmósfera del paisaje que aparece por la ventana y la del interior del cuarto desde el que pintaba, es la misma. Se confunde interior y exterior, artista y naturaleza y la ventana borra toda frontera entre dos mundos que, en realidad, son el mismo. El lenguaje es esa ventana y tampoco separa nada. No se trata de no defender sus derechos. Ni siquiera se trata, como dice Irene Montero, de que no se acepte su existencia. No tengo problema en dirigirme a ti como tú prefieras, pero creo que se trata de lo contrario: de no aceptar que la ideología convierta el lenguaje en las nuevas cadenas que, queriendo liberar, encarcelen a perpetuidad a un solo niño confundido.
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