la suerte contraria
Hay nuevo libro de Umbral
Tratar de imitar a Umbral, como a cualquier otro genio, es un pasaporte directo al fracaso
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Ha aparecido una obra inédita de Umbral y, como elegir tema es jerarquizar, yo afirmo que no hay una noticia más importante que esa hoy en España. No porque yo sea umbraliano o deje de serlo, sino porque soy español y me gusta la ... literatura. Y encontrar un texto nuevo de Umbral es algo que debería despertar, en determinados ambientes, más conversaciones que las que pueda despertar lo que sucede en el 'parking' de la Casa Blanca. Y, aparte, no he visto un debate más aburrido que este de Umbral. A unos les gustará más y a otros menos, pero poner en duda que Umbral es uno de los grandes maestros del columnismo, un renovador del género y –por eso mismo– un clásico es simplemente ser un sectario. O un tonto.
Umbral fue un genio. Me refiero al autor, claro. La persona me da igual. Un autor que se precie solo tiene un 'yo' y es el literario. El otro es apenas un artefacto para mantenerlo con oxígeno y seguir creando. Y es cierto que tratar de imitar a Umbral, como a cualquier otro genio, es un pasaporte directo al fracaso. Y también es cierto que hay mucho columnista que ha cometido ese error. Pero una cosa es eso y otra no valorar su manera de hacer columnismo. Eso no puede surgir de otro lugar que del resentimiento, de la envidia o de la ignorancia. Simplemente no es posible leer a Umbral y decir que es malo. Porque el columnismo se divide en dos grandes bloques: el bueno y el malo. El bueno es el que está bien escrito y el malo es el resto. Como dice Ángel Antonio Herrera, «el que escribe bien, tiene razón». Y, en realidad, se trata solo de eso, de trasladar 'algo' de la mejor manera posible, aunque ese 'algo' sea un ambiente, una sensación o un lamento. Esto último solo lo pueden hacer los grandes. Para lanzar una idea mediocre valemos todos.
Aunque, en realidad, forma y fondo son lo mismo, no forman como algunos creen, realidades diferentes. Cuando pegamos un bello trincherazo a un toro estamos, por encima de todo, sometiéndolo. Y, por si fuera poco, el estilo no se elige: el estilo te elige a ti y es una condena en el ADN, como la alopecia o la diabetes.
La forma en Umbral no es artificio sino la manera en la que experimentaba la realidad, es decir, la realidad misma. No es un recurso para decir lo que quería decir, sino que ya es lo que quería decir. Por eso escribir bien no tiene nada que ver con el estilo sino con la verdad. No creo que nadie pueda decir que dos estilos tan diferentes como el de Delibes o el de Umbral sean malos. Y, sin embargo, ambos traen dentro la misma profundidad y la misma oscuridad, la de las nieblas de un Valladolid de posguerra. Simplemente, en cada uno, late la verdad en la que experimentan la misma realidad. Por eso ambos son honestos. La deshonestidad sería simular un estilo que no se tiene o castrar el que se tiene. Miren, que hay un nuevo texto de Umbral y que, de algún modo, hoy ha salido una flor nueva de su tumba. Algunos la regarán y otros mearán encima. Los adjetivos ya se los ponen ustedes.
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