AL FILITO
El As en la puñeta
Somos una sociedad moderna. No nos asusta nada y de espanto estamos curados
Hace años, el juez de la causa de los atentados terroristas del 11 de Marzo de 2004, en los que fueron asesinadas 192 personas, estudiantes y trabajadores que se dirigían a sus quehaceres diarios a bordo de trenes de cercanías y gracias a los cuales ... se cambió el gobierno y el rumbo político de Estepaís, manifestó a la prensa, después de dictar la sentencia, que «España no estaba preparada para conocer la verdad».
Al margen de la bochornosa exhibición de pedantería, egolatría y engreimiento que la frase encierra, lo que siempre me llamó la atención es que no se abriera causa penal alguna contra quien, teniendo como función y obligación la de plasmar en una sentencia lo que su conciencia le dicte sobre el resultado de un juicio, desvele de forma tan clara que en ese papel no se ha puesto todo lo que sabe a resultas de ese juicio. Por nuestro bien, claro está.
De la misma manera, aguardo intrigado a que alguien me explique, con mínima coherencia, cómo es posible que todo el tinglado de misales, cuentas andorranas, trespercents y mangoneos gordos de toda la familia del enanito honorable haya quedado en agua de borrajas, sin enrejamiento de ningún mangante
Sobre esto último, muchos sospechábamos que el culpable de que Aznar hablara catalán en la intimidad guardaba secretos oscuros e inconfesables cuyo desvelamiento podría ocasionar, qué se yo, la caída de la Monarquía y la desintegración del país. Pero hemos visto cómo El Campechano se ha fugado al Golfo Pérsico dejando pufos de envergadura, que sus hijas no eran tan inteligentes como sus puestos de alta dirección empresarial podrían hacer sospechar y que uno de sus yernos no solo era un chufla y un disfrutón del pan de higo, sino también un ladrón condenado y encarcelado. A eso súmenle que su hijo, El Preparao, no sirve ni para aguantar una vela apagada. Y no ha pasado nada.
Como tampoco ha pasado nada con el dinero robado a los parados andaluces y gastados en putas y cocaína bajo el mandato áulico de unos señores a quienes ya no se les puede llamar delincuentes porque, aunque unos jueces les condenaron por una serie de tipos penales complejos cuya traducción a nuestro acento viene a resultar algo cercano al término «LADRÓN», han renacido limpios de polvo y paja por obra y gracia de un tribunal compuesto por honrados ex - ministros, reconocidos ex - colocados y, sobre todo, egregios e insignes miembros elegidos por unos méritos bien conocidos en cada una de sus casas a la hora de doblar la cerviz.
Hoy nos preside un amoral, sustentado por obra y gracia de un sufragio universal que blinda, como un tesoro, el derecho al voto de quien solo debe cumplir el requisito de la mayoría de edad y que pronto se aminorará a los dieciséis años sin necesidad de comprobación alguna sobre la capacidad de saber leer y escribir del sujeto portante de una papeleta. Evidentemente, no puedo defender públicamente a que a ese fulano solo lo aúpen anafalbetos funcionales. También cuenta con el apoyo insustituible de enemigos del País, luchadores por su desintegración, filoterroristas y sanguijuelas del erario de toda índole y condición.
Lo sabemos. De la misma forma que podemos intuir cuáles pueden ser los terribles secretos de almohada y mordida que Mohammed debe tener grabados en vídeo para que nuestro Kent mantenga cerradito el orificio bucal mientras nos descerraja subidas de impuestos con los que pagar las consecuencias de sus dilataciones presupuestarias.
Somos una sociedad moderna. No nos asusta nada y de espanto estamos curados. Tenemos presente que estamos indefensos ante la barbarie porque carecemos de sables con honra que puedan dar la cara por nosotros, así que no podemos sino mantener el trágala hasta que llegue la edad de jubilación -o la lotería- y podamos irnos bien lejos de este estercolero al que, seguro, recordaremos con lágrimas cuando le pidamos a nuestra inteligencia artificial de cabecera que nos ponga algún pasodoble de nuestra España Querida con su Rosario de Marfil. Todo entra en el plan.
Pero, mientras… ¿puede explicarme algún juez por qué se es tan inflexible con los desgraciados y tan doctrinal, procesal y pulcramente exquisito con tanto sinvergüenza que nos exprime? Sean ecuánimes: apliquen al miserable la misma ponderación con la que imponen la Ley al poderoso. Equiparemos la calle al hemiciclo. Así, quizás, alguien, algún día, despierte y se acabe la fiesta.
¿O es que aún guardan algún As?