Posicionamientos
Ya era hora de que en Cádiz se apreciara movimiento y de que, entre tanta mediocridad y tanto oportunismo, aún haya quijotes luchando contra molinos de desidia
Nunca me voy de Cádiz, aunque por trabajo viaje más que Willy Fog (si escribiera 'Phileas' y añadiera una 'g' podrían decirme aquello de «tú no eres de 'Cádi'»; y no quiero jugarme el poco crédito agenciado). Como en el anuncio aquel de la competencia, ... cada amanecer que disfruto fuera de la Tierra Única viene acompañado de varios gestos significativos de saber mantener la pátina: sintonizar un informativo local y echar un vistazo a las ediciones digitales de LA VOZ y el otro mientras apuro el café.
Quien no haya vivido una experiencia de emigración (siquiera voluntaria) no alcanza a imaginar qué supone para el desplazado ese ratito de conexión. Aunque solo sea una cuestión meramente sentimental y no una necesidad informativa, pues quien decide irse a buscar fortuna fuera tiene sobrada confianza en que las cosas, en Cádiz, cambian muy poco o nada. Es decir, que podría prescindirse de la rutina matutina porque, a la vuelta, podría apostarse sobre seguro a que todo se mantendrá más o menos en la misma situación del año anterior. O del lustro.
Por eso me ha llamado la atención el movimiento de peones que se viene jugando desde que el Tierno Galván de Cádiz decidiera no volver a presentarse a la Alcaldía. Cuando aún no se conoce quiénes serán todos los candidatos a romperse la camisa desde el balcón municipal, ya se han destacado opiniones referentes apostando con nombres y apellidos por algún aspirante. Lo cual es un acto de valentía encomiable en estos tiempos de tachadura paleta del contrario.
En estas páginas, Manuel López Sampalo ha presentado credenciales de Cossi, un ejemplo prototípico del extraño modo de entender el servicio a la ciudadanía de un partido como el Popular. Dicho señor hubiera sido un perfecto candidato para las anteriores elecciones y el único, de entre todo el conjunto de la oposición, que podría haberse enfrentado a nuestro particular Carlos III con cierta perspectiva de éxito.
Sin embargo, ese partido eligió perder, dando a entender lo que todo gaditano medianamente comprometido ha captado ya: que esta ciudad le importa muy poco. Por eso, presentarlo ahora es la crónica de una quema anunciada. Presuponiéndosele preparación y carisma, se ha dejado anular durante cuatro años por quienes lo carecen, esperando … ¿qué? ¿Qué espera ahora de quienes lo esperaban antes de él?
Hoy, además, tendrá enfrente a gente nueva y fresca: el delfín del pato cojo, sobre el que un bloguero de la competencia, con cierto predicamento en varios foros gaditanos, escribió un panegírico el pasado sábado; y el fenómeno Beiro, que sale con ventaja: a empatía, personalidad y cercanía no le gana nadie. Si van a jugar en esa liga, dense todos los demás por descendidos. Aún está a tiempo de corregir las pamplinas etéreas de su programa electoral y, si lo hace, enredará más aún que lo que se le augura.
Por otro lado, se mantiene la incógnita de Vox, que tendrá que acertar con su candidato para recoger y aprovechar los frutos que la formación ha cosechado a nivel nacional y no volver a caer en la irrelevancia municipal. Y, por último, un tipo -Juan de Dios Sánchez- al que le sobra preparación (profesional y política), tiene un empleo del que vive honrada y holgadamente y que, en lugar de retirarse discretamente para no verse arrollado por la debacle y el ridículo, ha echado arrestos para presentar la cara por la candidatura fantasma de Ciudadanos.
Eso sí es tener coraje, pundonor y principios, con independencia de lo que yo pueda pensar sobre esa formación o sobre el propio representante, en su faceta política.
Creo que estamos de enhorabuena. Ya era hora de que en Cádiz se apreciara movimiento y de que, entre tanta mediocridad y tanto oportunismo, aún haya quijotes luchando contra molinos de desidia.
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