Al filito
El Poder Judicial y sus nombramientos
Quienes conocen mi faceta profesional saben sobradamente que servidor no es, precisamente, Ulpiano
Durante toda la semana pasada no ha habido periódico, tertulia radiofónica o informativo televisivo donde no se haya tratado ese asunto que a usted, amigo lector y contribuyente de este Estado tan eficaz, tantísimo le preocupa y del que con tanta pompa habla cualquier ... representante político -sin tener éste la más remota idea de lo que significa lo que le han escrito-: el acuerdo entre PP y PSOE para la renovación del Consejo General del Poder Judicial.
Quienes conocen mi faceta profesional saben sobradamente que servidor no es, precisamente, Ulpiano. Así que no seré yo quien les explique qué es -y para qué sirve- ese «Consejo», sino que echaré mano de la reciente hemeroteca y acudiré al artículo firmado por el redactor de esta Casa, Álvaro Mogollo, publicado en La Voz de Cádiz el pasado jueves veintisiete de junio y así ampararme en lo expresado por una personalidad relevante (el Presidente de la Audiencia Provincial de Cádiz), que resume a la perfección la enorme problemática con la que se nos ha aburrido a la ciudadanía durante estos últimos cinco años: «ha sido una satisfacción que se ponga fin a una situación absolutamente insostenible […] Sobre todo había generado muchas situaciones de vacantes por jubilación en el Tribunal Supremo y como se sustrajeron las posibilidades de hacer nombramientos, había una situación grave».
Valoración que comparte también otra personalidad relevante, el Fiscal Jefe de Cádiz, quien manifestó que «ya era hora porque era una disfunción constitucional y estaba provocando disfunciones en el funcionamiento de la administración de Justicia, sobre todo en materia de nombramientos […] El problema de que no se renovase este órgano constitucional es que llevamos tiempo con muchísimos nombramientos pendientes».
A continuación, el redactor introduce las declaraciones del Decano de mi Colegio (de Abogados de Cádiz), quien cumple perfectamente con su papel institucional y corporativo e introduce una reivindicación y una queja: que en ese acuerdo de renovación no hay ningún nombramiento de abogado como vocal.
El artículo termina con el estrambote y las altisonancias de los representantes en Cádiz de los dos partidos en juego, quienes en sus declaraciones compiten entre ellos por ver quien se lleva el premio al mejor masaje a su líder, utilizando una palabrería panfletaria que -me imagino- debió causar sonrojo al periodista que las recogió.
Si con lo transcrito no le ha quedado a usted claro de qué va esto, busquen el artículo y escudriñen si alguno de los entrevistados ha manifestado algún pesar porque la absorción que provoca el Juego de la Silla en Palacio impida centrarse en las cosas de comer.
Y me refiero al carrito de la compra, no a los menús de cinco jotas con los que se habrá calmado el esfuerzo ímprobo de nuestros próceres políticos durante la sustanciación de un acuerdo que, bien arrugado y maleado, le sirve a usted, estimado lector, como perfecto sustituto de la pasta de celulosa que -confío- tenga la suerte de usar a diario.
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