AL FILITO
Cosas de la plebe
Llevamos sufriendo una parálisis absoluta desde el día en que ese individuo se erigió en adalid de la honradez y la Democracia y prometió un gobierno decente
En Roma, el emperador tarado de turno acallaba las quejas del pueblo con pan y circo. Se repartía grano en abundancia para mantener las bocas llenas y cerradas y se regalaba a la plebe largas sesiones de sangre y mutilaciones con las que mantenerla entretenida ... mientras el Imperio, putrefacto y corrompido, se descomponía.
Hoy la cosa ha variado sustancialmente. Ya no es la plebe (la ciudadanía) la que ocupa la grada, sino la que se desangra en la arena. Allí se destrozan y destripan mientras la sobredimensionada clase patricia (los políticos) abarrota el tendido, tronando en carcajadas a cada mandoble que se descerraja cada pobre desgraciado que se erige en defensor de unos valores frente a otro infortunado. Y tampoco hay pan, porque el poco grano que puede producirse se destina a inflar las barrigas de quienes disfrutan del espectáculo.
Nada favorece más a «la clase política» que la gente de la calle hable, precisamente, de política. Así pueden seguir con su verbena y continuar sin dar un palo al agua mientras el contribuyente anda entretenido defendiendo con pasión unos principios de los que carecen la mayor parte de sus «representantes». En España llevamos sufriendo ese virus, especialmente, desde que se inoculara con el golpe del 11-M; se recrudeció la infección mediante la estafa del 15-M y asistimos a un ataque con saña desde el acceso a la presidencia del gobierno de un tipo cuyo cúmulo de patologías y déficits morales ha alcanzado tal dimensión que obliga a tratarlo, caritativamente, de pobre enfermo.
Llevamos sufriendo una parálisis absoluta desde el día en que ese individuo se erigió en adalid de la honradez y la Democracia y prometió un gobierno decente. Seis años en los que solo se legisla en beneficio exclusivo de violadores, corruptos y criminales al margen de la Ley o para desenterrar cadáveres, odios y rencores mientras no se construye una sola casa, aumenta el número de familias pasando necesidades, se incrementa la inseguridad ciudadana, los servicios públicos funcionan al nivel del Tercer Mundo, la asfixia fiscal es insoportable y el país se ha polarizado hasta el borde del estallido.
Se ha llegado a esto gracias a la política y no saldremos de ello mientras sigamos embrutecidos con el circo, pegándonos garrotazos para jolgorio de quienes nos parasitan. La función de ayer (y el espectáculo que se dará hasta la celebración de próximas elecciones) continuará idiotizándonos con discusiones bizantinas, absurdos debates e inútiles artículos de opinión, como este, que solo sirven para que usted se desahogue un rato, pero no evitará que mañana continúe pagando impuestos, cumpliendo las normas y sosteniendo en sus sillones a quienes han provocado este incendio. Y no se engañen, porque quienes hoy se disfrazan de bomberos solo realizarán mejoras en el graderío.
Solo cuando la Ciudadanía despierte, se una en bloque contra la satrapía y la ponga en jaque, se logrará que se escuche la voz del Pueblo. Porque ningún recuento de votos acabó con Calígula y solo fue el asalto rabioso a su palacio -por parte de sus quemados súbditos- lo que convenció a Nerón del rápido beneficio que le causaría una noble daga directa a la izquierda de su esternón.
«Cum finis est licitus, etiam media sunt licita». Decían.