AL FILITO
Pie en pared
Un edificio que colapsará enterrando entre escombros a quienes no han hecho otra cosa en su vida que pagar derramas para mantenerlo en pie
Hoy, lunes 6 de noviembre de 2023, es día de convocatoria nacional. Todos los currantes, padres de familia, pensionistas, estudiantes y cualquier persona que tenga un mínimo sentido de responsabilidad estamos convocados ante cada sede local del Partido que se hace llamar «Socialista, Obrero y Español» para expresar nuestro repudio, nuestra firmeza y nuestra negativa a que «en nuestro nombre» se negocie con delincuentes, se rompan los valores fundamentales de nuestra sociedad y se venda el pan de nuestros hijos y nuestro futuro por cuatro monedas con las que seguir pagando burdeles, orgías y vidorras a los golfos de siempre.
Esto no va de afiliaciones políticas ni de ideologías. No consiste en seguir ninguna consigna del Partido Popular, ese grupo de negocios que, habiendo tenido dos mayorías absolutas y la oportunidad de reformar la legislación electoral para evitar que ningún gobierno nacional fuera rehén del enemigo ni cediera a su chantaje, se dedicaba a hablar catalán en la intimidad, cedieron competencias claves (educación, gestión de impuestos…) y se repartían sillones de terciopelo entre copazo y copazo del lujoso hotel Majestic, en Barcelona, mientras sus votantes se frustraban porque el único cambio que se observaba era el del perímetro de cintura de sus beneficiados lacayos.
Tampoco tiene sentido que quienes se consideren «de izquierda» sientan este problema como algo ajeno. La cuestión es lastimosamente simple: la ruptura de los principios de Igualdad y Seguridad Jurídica llevará a una sociedad donde existan ciudadanos de primera, segunda y tercera categoría. Los primeros serán aquellos nacidos en los territorios privilegiados, con independencia de su educación, sentido de solidaridad o nivel de cumplimiento de la Ley. La segunda categoría la compondrán aquellos vecinos del resto del país que, por su nivel económico, formativo o su agenda de contactos, podrá permanecer más o menos alejado del conflicto social y aguantará el chaparrón. Y la tercera clase la compondrá una mezcla heterogénea, que englobará, precisamente, a toda esa muchedumbre aborregada, ignorante e indolente que hoy acudiría en masa a votar a los pervertidos que arruinan sus hogares a la par que inflan las nóminas del ministerio.
Ni siquiera debe sospecharse que esta llamada es una invocación al facherío. A estas alturas de la vida a un servidor le importa bien poco que la bandera sea bonita u horriblemente tricolor; que el Jefe del Estado sea un idiota elegido democráticamente o un inútil florero coronado por la Gracia de Dios; o que el chantajista sea un paleto pirenaico en lugar de un simpático y civilizado asturiano, si este fuera el caso. Lo que me lleva a dar el paso es mi resistencia a dejar pasar mi tiempo sin alzar la voz ante esta banda, dedicada en cuerpo y alma a la labor de derribo del edificio donde vivo y donde habrán de vivir mis hijos, si no tienen la suerte de escapar. Un edificio que colapsará enterrando entre escombros a quienes no han hecho otra cosa en su vida que pagar derramas para mantenerlo en pie.
Si se diera el caso, ¿consentiría usted, vecino, contribuyente y sostenedor del bloque, que una pandilla de okupas degenerados lo dinamiten para seguir su fiesta?
Pues está ocurriendo y habrá que plantarles cara. ¿No creen? ¡BASTA YA!