OPINIÓN

Pactos y cheques

Sí juzgaré a una casta política que juega a los naipes a nuestra costa, engorda chiringuitos, multiplica el gasto en una elefantiásica e inútil administración con tal de colocar a los suyos

José Colón

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En la recién transcurrida semana tenía el planteamiento de presentarles, en esta columna, un análisis comparativo entre el número de españoles que se propone votar al PSOE, según las encuestas patrias, con los destinos que la ciudadanía europea ha venido regalando a los distintos partidos socialistas que alguna vez han sido muy poderosos en los países «de nuestro entorno» y que hoy se ven relegados a una posición testimonial o, sencillamente, han desaparecido como fuerza de gobierno a consecuencia de la ineficacia, la corrupción y el hastío producido entre los votantes. Y eso sin que en ninguna parte del continente se hayan dado, entre los cientos de casos protagonizados por políticos o cargos socialistas, los casos de expolio, putas, cocaína y blanqueo de asesinos terroristas como aquí hemos tenido la suerte de disfrutar.

Pero, como solo tengo esta única cita semanal con ustedes y el talento de quienes escriben mejor -y antes- que yo me desarbola la oportunidad, trato de mantener el atractivo que pueda tener la lectura de estas líneas actualizando las dianas so pena de perder colmillo. Y en esas aparecen en la prensa los nombres de los colocados (nunca mejor dicho) para encabezar las candidaturas de cada partido político al Congreso de los Diputados. El lugar donde se reúne los representantes de la Nación para hacer las leyes que la rigen, nada menos. Y, claro, en mi mente cobra fuerza establecer para ustedes otra comparación, entre aquellos «pro-hombres» que se citaban en mi viejo libro de Historia de España y mostraban una carta de presentación desbordante de mérito y capacidad y esta banda de profesionales del mangoneo cuya única habilidad consiste en ganar cualquier apuesta a un faquir. Es decir, en tragar y en doblarse.

Y como no hay dos sin tres, aparecen como colofón informativo semanal las noticias sobre los repugnantes cambalaches políticos: alcaldías (con un cheque de «que-no-falte-de-ná» por medio) para obtener una presidencia de diputación, un pacto de gobierno regional a cambio de no investigar lo hecho por el anterior… Todo ello bajo un común denominador: el mejor servicio a España y la mejora de la calidad de vida de toda la ciudadanía, no vayan a creer que se trata de colocar y trincar.

Como les decía al inicio, en estas diatribas andaba cuando en la tarde del viernes, camino de vuelta a casa a disfrutar del fin de semana, me encontré con la escena que ilustra esta columna. No estaba el dueño de ese refugio de cartón, solo lo que ustedes ven. Pasé de largo y, durante unos metros, me debatí entre hacer la foto o no; y para qué. Y entendí que era necesario darla a conocer. La publiqué en redes sociales (en las mismas que usamos para dar a conocer a todo el mundo lo felices, afortunados y queridos que somos) y se la traigo aquí para la reflexión. Si tienen curiosidad, pueden visitar el perfil que aparece en el letrero más pequeño. Dejo que ustedes juzguen. Yo no lo haré.

Pero sí juzgaré a una casta política que juega a los naipes a nuestra costa, engorda chiringuitos, multiplica el gasto en una elefantiásica e inútil administración con tal de colocar a los suyos, asfixia y arruina a la clase trabajadora y adoctrina a los aborregados con consignas políticas huecas mientras hay gente abandonada a su suerte que solo cuenta con un par de cartones, sin más esperanza que la de reunir el valor suficiente para dormir definitivamente en una vía subterránea.

Que siga la fiesta.

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