Al filito
Lamborgili
Me ha tocado vivir en la tierra que vio nacer a genios universales como Juan Guerra, María Jesús Montero, Manolo Chaves, la mujer «guorperfe» de Espadas o el chófer de cualquiera de ellos
Tengo un juicio señalado en Sevilla, a más de un mes vista. Comoquiera que cada vez quiero evitarle más trotes tanto a mi viejo Toyota como a mi desgastada cartera, eché mano de la aplicación que tengo instalada en el móvil desde la cual puedo ... ver los horarios de los trenes y, si tengo suerte, pagar un viaje. Con el descuento de familia numerosa, el viaje de ida y vuelta me saldría por unos veinte eurillos y aprovecharía la barbaridad de la hora y cincuenta minutos que tarda el tren «Media Distancia» en llegar al apeadero de San Bernardo para repasar las notas y evitarme un madrugón previsor de cualquier problema que pueda surgir en la autopista y me suponga un contratiempo que me dificulte hacer mi trabajo. Pero me temo que voy a tener que comerme una holoturia, porque en la pantallita aparece el lema «tren completo», que me impide comprar billete. Me queda la opción del autobús, pero ni las horas ni el recorrido del mismo por Sevilla me cuadran para llegar de forma razonable al juzgado. Así que me toca desplazarme con mi vejete, gastarme un dinero en gasolina -del que el sesenta por ciento son impuestos- y rezar para que la carretera no me juegue una mala pasada.
Esto, en un trayecto Cádiz-Sevilla. Sin embargo, si servidor tuviera la enorme fortuna de ser gerundense y tuviera que trasladarme a la capital regional, dispondría de un AVE (con baños limpios, vagones de silencio, cafetería y personal que atiende tus necesidades) cada 30 minutos, en un trayecto que dura menos de cincuenta y cuesta unos 15 euros. Si fuera tarraconense, dispondría también de un AVE cada media hora, el trayecto sería de una horita y cuarto y el precio un poco más barato. Todo ello sin contar con el resto de trenes («Media Distancia», «Regional», «Inter-City») que operan en esos recorridos, más las flotas de autobuses de distintas compañías, con precios competitivos.
¡Que se le va a hacer! Me ha tocado vivir en la tierra que vio nacer a genios universales como Juan Guerra, María Jesús Montero, Manolo Chaves, la mujer «guorperfe» de Espadas o el chófer de cualquiera de ellos. Una tierra que se lamenta por el vasallaje al que se le sometió y la discriminación históricamente sufrida, por la pérdida de oportunidades y el expolio de los «poderosos». Que abomina del arquetipo del «señorito» pero que vota, sobrealimenta y mantienen a todo trapo a una tropa de inútiles cuyo comportamiento político les hace merecedores de comer restos babeados por su amo en una escudilla.
Una tierra que se envalentona ante una copla que exhorta a «levantarse» ante las injusticias; que se regodea satirizando a los ocupantes de un palco y se apelotona salvajemente para impedir que una voz disonante se pronuncie, pero que calla como correligionaria en misa cuando los adalides de la honradez roban a manos llenas el dinero destinado a gente necesitada y se lo esnifan entre los pechos de inquilinas de chalet iluminado a pie de carretera.
Un dinero que tanto cuesta ganar -y que tanto se tarda en cobrar- para que te lo expropien en pos de un «bien común» cuyo reflejo real no lo verás en ambulatorios, carreteras, juzgados o viviendas públicas, sino en la nómina de figurines que no han dado un palo al agua en su vida o en el aumento de mesas administrativas donde sentar a cada vez más inútiles de desayuno intercalado que les asegure el granero.
Y en éstas viene el Amoral Presidencial, tras sus vacaciones de lujo, copete y cenáculo con champán, a hablarnos de trenes y coches de lujo.
Como esto es Andalucía (España) y no disfrutamos de las leyes de la República Checa, Finlandia o Suiza (donde basta tener el carnet de identidad para poder comprarte un arma, entre otras ventajas fiscales), solo me queda coger mi coche japonés para mis obligados desplazamientos y desear que todo el monóxido de carbono que la ITV le permita exhalar vaya directo, sin filtro de ningún tipo, al pulmón de quienes emitieron ese millón cuatrocientos sesenta y siete mil quinientos un votos corresponsables de que esta banda tarada continúe expoliándonos y tratándonos como lamborgilis.
Posdata: el ventolín no lo pasa el SAS.
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