Al Filito
Intrahistoria
Siempre me ha llamado poderosamente la atención cómo se desarrolla la vida vulgar de la gente en momentos extraordinarios, aquellos que no aparecen en los libros de Historia
“Vida tradicional, que sirve de fondo permanente a la historia cambiante y visible”. Esa es la definición que la RAE da al término que titula este último artículo previo al -seguramente inmerecido, pero les aseguro que necesario- descanso veraniego.
No conocí el vocablo hasta ... que, cursando COU, caí, junto a mis compañeros, en la abducción propia de quienes comienzan a adentrarse en el estudio de la antigua civilización egipcia. De la mano de mi admirado Juan Ramón Cirici, un Profesor con meritoria mayúscula, asistíamos fascinados a aquellas clases en las que el Maestro desgranaba los entresijos de la vida cotidiana y ordinaria del pueblo egipcio y su plasmación en aquellas pinturas y esculturas que nos embobaban hasta el punto de obviar las vistas de las Puertas de Tierra, el casco antiguo, el Castillo de San Sebastián y el horizonte atlántico de las que disfrutábamos desde las ventanas de aquella tercera planta de mi añorado Instituto Columela.
Desde aquellos momentos, siempre me ha llamado poderosamente la atención cómo se desarrolla la vida vulgar de la gente en momentos extraordinarios, aquellos que no aparecen en los libros de Historia. Estos nos cuentan la gestión palaciega de imperios, conquistas y batallas; los hechos heroicos de algún destacado general triunfante y las señales grandiosas del dominio de una potencia sobre la nación conquistada. Pero, ¿qué hay de la gente corriente? ¿Cómo sacaban adelante a su familia? ¿Cómo acontecía en su casa la marcha de una Guerra? ¿Cómo afectaba el fracaso escolar del pequeño mientras tronaban los cañones a veinte kilómetros? ¿Qué pensaban de lo que dirían en el futuro de la cobardía , quietud y sumisión de una nación que contemplaba cómo unos delincuentes la destruían sin que a ninguno se le aplicara el garrote?
Igualmente, me cautiva cómo se gestionan los permisos a la tropa durante una campaña bélica. En tantas novelas y películas hemos visto cómo un tipo regresa de la batalla y se le conceden dos días de asueto en el pueblo de al lado, donde se aloja en un hotel o en la casa de una familia local y hace vida «normal» entre gente que se desenvuelve como si no estuviera muriendo gente a las puertas de su casa y, al terminar el descanso, vuelve a ello como quien regresa un lunes al tajo...
La Vida (eso que transcurre cada día mientras se construyen pirámides, se invade Polonia o se destruye una Nación) sigue. Y esa debe ser la cobertura perfecta para que la canalla siga haciendo de las suyas mientras el Pueblo está entretenido con dioses alados, crucifixiones en la arena del circo o eurocopas de fútbol.
Llegados a este punto del año, servidor va a dedicarse a atender su particular y familiar intrahistoria. La dedicación será corta, pero auguro que intensa. Les deseo que (como espero yo hacerlo) descansen, disfruten y recarguen energías. Porque el frente está más cerca que nunca y, esta vez, la batalla debe ser definitiva.