Opinión
Homologación con Europa
España debe mirar hacia delante de una puñetera vez y dejar el pasado tal y como sucedió, para enseñarlo en los libros de Historia
El pasado domingo, 6 de noviembre, Ignacio Moreno Bustamante publicó su editorial bajo el título «Un fascista de verdad». En su columna, trataba el asunto de la nueva polémica creada por este gobierno que tanta afición muestra por la profanación de tumbas.
Partiendo de ... la noticia sobre la exhumación de Queipo de Llano, cargaba mi director las tintas sobre lo que llamaba «la derecha moderada» y denunciaba la torpeza de ésta dejado pasar la oportunidad de condenar duramente a quien tuvo un comportamiento «execrable», según sus propias palabras. Y apuntó su crítica hacia Feijóo por mor de que este manifestara, cuando se le inquirió sobre el tema, que «hay que mirar hacia adelante y no al pasado».
Al gallego pueden imputársele decenas de defectos. Ya se ha comentado y reído sobradamente sobre su ignorancia literaria, su hipocresía política y su oscuridad. Quien esto escribe no es, desde luego, fan acérrimo. Pero si algo caracteriza al personaje es, precisamente, la ausencia de torpeza. Antes al contrario, se trata de un tipo calculador, tenaz, paciente y ambicioso. Es evidente que quería llegar a donde está y que sabía que su momento llegaría. Y no ha dado un solo paso en falso en su larga marcha hacia el mandamaseo.
Por una vez -y sin que sirva de precedente- defiendo al personaje, su frase y el pensamiento que conlleva. España debe mirar hacia delante de una puñetera vez y dejar el pasado tal y como sucedió, para enseñarlo en los libros de Historia. Algunos se sentirán orgullosos de las gestas de su nación y otros ofendidos o zaheridos en su sensibilidad multicolor, pero una sociedad que pretenda avanzar y superarse no puede anclarse en debates revisionistas que, no solo no aportan nada, sino que, al contrario, pretenden polarizar y enfrentar. Divide y vencerás.
Y no se trata de defender a un exaltado que exhortaba a matar afeminados, violar a anarquistas o construir campos de concentración, sino de no olvidar lo que Ignacio denunciaba al inicio de su artículo: no puede juzgarse el pasado con los ojos del presente. Sobre todo, lo que no debe hacerse es juzgar sesgadamente, como se lleva haciendo en este maldito país desde el día en que se decidió cambiar a catedráticos por charlatanes de feria para dirigir sus designios.
¡Basta de pensamiento unidireccional! ¿Cómo se puede atribuir autoridad moral a quienes tachan a Queipo mientras silencian los crímenes de Líster? ¿Cómo puede soportarse que se tache a una figura como Manuel Fraga por quienes ensalzan como «hombre de Estado» a un asesino con peluca? El hecho de perder la Guerra no hace mejores a quienes participaron en ella. Y en España llevamos demasiados lustros ya tragando con el cuento del nieto de la abuelita viuda en la serranía sin poder cuestionar lo que sucedía en la retaguardia de la zona republicana. Debemos fustigarnos por el bombardeo de Guernica, la masacre de Badajoz o la escabechina de Málaga, pero no podemos opinar sobre las matanzas de Paracuellos, el bombardeo de Cabra o las ejecuciones de «La Pecosa» en Jaén.
No fue torpeza la de Feijóo. Fue un pronunciamiento propio de un verdadero hombre de Estado, de un estado que lucha por su supervivencia frente a quienes pretenden su destrucción. Lobos enfermos de rabia disfrazados de una Caperucita posmoderna que, mientras dice que escucha, habla de progreso, derechos sociales y homologación con Europa, ese espacio donde se ubican países en los que la aplicación de su ordenamiento jurídico llevaría la cárcel a esa niñita repelente y a quien ensalce una ideología política que ha causado 150 millones de muertos en el mundo. O sea, que enchironaría a ¿medio? Gobierno de España.
¿Homologamos?