Al Filito
Feliz Navidad
La de ayer no fue una noche mágica para cientos de miles de compatriotas; ni hoy alcanzarán ninguna apoteosis de dicha
Tengo el privilegio de dirigirme a ustedes el día de Navidad. La fortuna ha hecho que el calendario arroje esta coincidencia y, aunque hoy sea uno de esos raros días en los que la prensa escrita descansa, quedaba ayer un retén importante en la ... redacción de este periódico que hace posible que ustedes hayan llegado al filito de esta columna en la edición digital de La Voz.
No obstante, la suerte conlleva un serio compromiso, pues en una fecha como ésta un servidor se siente forzado a alejarse del tono acostumbrado de los lunes. No hay nobleza alguna que obligue, pero un mínimo sentido de la decencia y la oportunidad exigen echar el freno. Yo quería hablarles de Carrero Blanco; de la minusvalía intelectual de los responsables políticos españoles, responsables de las lamentables calificaciones desveladas en los informes PISA; de las oquedades del discurso del Preparado o de las vacaciones de una tropa de vagos y maleantes que han ido a trabajar cuatro días en dos meses. Pero no puedo.
Hoy solo se debería dejar lugar a lo importante y lo trascendente, aunque los decorados de cartón piedra de los villancicos anglosajones y la desvergonzada mercadotecnia nos empujen a la frustración, ante el evidente contraste existente entre tanta fanfarria y fantasía y la angustiosa realidad de muchas familias: la presencia, en su seno, de ofendidos por la Navidad.
La de ayer no fue una noche mágica para cientos de miles de compatriotas; ni hoy alcanzarán ninguna apoteosis de dicha. Para muchas personas, estas fechas son una auténtica pesadilla, bien porque participan de una celebración que no comparten, no entienden o, en el más grave de los casos, están radicalmente en contra de lo que hoy se conmemora.
Esta pobre gente siente un grave abuso y un ataque a su integridad, sin ningún parangón en otras culturas. Por ejemplo, durante el Ramadán no se obliga a los no musulmanes a practicar el ayuno; el judaísmo deja muy claramente definido que quienes no se sientan identificados plenamente como tales no deben participar en sus celebraciones; y el budismo otorga una libertad absoluta para seguir su propio camino a quien no comulga con el resto.
Sin embargo, en nuestra civilización forzamos a estos individuos de tan alta sensibilidad (los renegados, los resentidos, la progresía de salón y demás desechos) a asistir a comidas navideñas de empresa, ponerse jipatos en casa del suegro, acopiarse de regalos y, sobre todo, a sufrir un penoso horario laboral reducido durante casi tres semanas, periodo de tiempo en el que se les ve arrastrar su amargura por semejante vilipendio.
Acordémonos hoy de esta pobre gente y llevemos a cabo un ejercicio de empatía ante su avinagramiento. Comprendamos que, hoy, no quisieran adorar a ningún Niño, sino …estar trabajando.
No hay más que verlos.