OPINIÓN
Felicidades, Majestad
Bastaba con una mención en el discurso, algunas palabras de recuerdo, un breve comunicado
El pasado miércoles, todas nuestras televisiones nos bombardearon con los fastos que se llevaron a cabo para celebrar el décimo aniversario de la coronación de 'El Preparao'. La gente pudo contemplar, durante todo el día -y, gracias a los periódicos, también el siguiente-, una estampa ... más propia de la monarquía británica que lo acostumbrado en nuestros lares.
La radio tampoco le fue a la zaga y, ni que decir tiene, las redes sociales no hicieron más que contribuir a difundir las imágenes de una familia de cuento de hadas asomada al balcón del Palacio para contemplar el paso de las tropas y saludar a una masa de ciudadanos entregada a la causa. Un bonito pasatiempo previo a un banquete de gala al que no se invitó a ninguno de los contribuyentes que daban vivas al rey y en el que se agasajó -a cuenta de los que abajo estaban, a la de usted y a la mía- a la casta parasitaria que tanto se ocupa en vivir del cuento y desatender los problemas de quienes pagan la fiesta.
No entraré en la tentación de cuestionar el coste de mantener a un florero. Sobre todo, porque en los últimos años ya hemos tenido claras advertencias de cual podría ser la situación general si la Jefatura del Estado la ejerciera un perturbado y su delincuente familia y, entre susto o muerte, prefiero seguir viviendo, aunque sea en vilo. Pero quiero preguntarles: ¿han entendido ustedes el sentido de esa celebración? ¿Les ha parecido adecuada? ¿Qué mérito ha alcanzado el homenajeado?
Dejemos aparte el qué pueda -o no- hacer y, sobre todo, el sentido de su existencia (institucional, entiéndase) si, como defienden quienes lo defienden, no pueda hacer nada mientras se desmantela el Estado, se destruye la igualdad entre españoles, se empobrece a la nación, se le expolia y se le somete a una tensión que puede terminar reventando las costuras que tanto tiempo costó tejer. Como digo, obviemos todo eso y centrémonos en la razón del homenaje del miércoles.
Antes de escribir este artículo he tirado de memoria y exprimido hemerotecas y no recuerdo ni he encontrado una celebración semejante en 1.985. En aquel año se cumplieron diez de la coronación de Juan Carlos I y, si se celebró de alguna forma, desde luego no alcanzó, ni de lejos, semejante el nivel de desfachatez. Con lo que está cayendo (26% de pobreza infantil; fatiguitas familiares para llegar a fin de mes; pensionistas en las colas de cáritas...) podrían haberse ahorrado los fuegos artificiales de una Patrulla Águila (75.000 euros solo en colorante, más el precio del queroseno, el personal de tierra, aire y mantenimiento y la eventualidad de una avería en los aparatitos) y doña Leticia podría haber costeado de su bolsillo una docena de medias noches con jamón cocido y queso en loncha para solidarizarse con la clase media española, rebuscadora de descuentos en supermercado 'low cost' por pronta caducidad y sostenedora de su tiara.
El aquel año 1985, el padre aún gozaba de una popularidad enorme y -no lo olviden- supuestamente nos libró de un no menos supuesto golpe de Estado. Es decir: había demostrado que estaba «ahí» por algo y que, para ese algo, servía. Y este es el quid del asunto que llevo hoy al filito: la desesperada necesidad que tiene la Casa Real por frenar la espiral de desafección general. El Pueblo Español se encuentra huérfano de liderazgo y contempla cómo la banda que le gobierna le está llevando a la ruina sin que, quien tiene como única función la de arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones (según el artículo 56 de la Constitución), ejerza ninguna función más allá de la circense.
Por eso se ha llevado a cabo una campaña publicitaria tan desmedida (que, por supuesto, hemos pagado entre todos). Por eso aparecieron «por sorpresa» las infantas en la cena y por eso a don Felipe se le humedecieron los ojos justo en el momento en que la cámara encendió su luz roja. Por eso y porque a ver quién asume el pago de la pensión compensatoria que reclamaría la consorte republicana si la poca «Derecha» que hoy en día se mantiene fiel a la Corona termina cambiando de opinión y poniendo la «x» en la casilla de «cosas útiles».
Con lo que no contaba la maquinaria publicitaria es que hubiera algún desaprensivo que recordara que ese justo día, 19 de Junio, aunque no encabezara los titulares de ningún medio informativo, se cumplían treinta y siete años del aniversario del atentado de Hipercor en Barcelona. Una matanza provocada por una banda de asesinos terroristas vascos llamada «ETA», que el 19 de Junio de 1987 quemó vivos a 21 personas (entre ellas, cuatro niños) que fueron a hacer la compra y cuyos familiares tienen que ver hoy como se blanquean y respeta a los herederos de aquellos animales, ensalzándolos como defensores de la democracia y socios de un gobierno miserable.
Claro está que tampoco contábamos nosotros con que la Casa Real llegara a tal nivel de vileza, contribuyendo, con su chimpún cortesano, a que ese blanqueamiento alcanzara tal cota de indignidad. Bastaba con una mención en el discurso, algunas palabras de recuerdo, un breve comunicado. Pero no, ese era «su» día y nada iría a perturbarle el protagonismo. Porque él lo vale.
Que lo disfrute, «Jefe».