Opinión
Confusiones
Andamos liados últimamente con Trump, Gaza, el transexual, la chirigota negacionista, el nuevo negociete con la pérgola de Santa Bárbara y todo cuanto pueda distraernos de lo que verdaderamente importa
Andamos liados últimamente con Trump, Gaza, el transexual, la chirigota negacionista, el nuevo negociete con la pérgola de Santa Bárbara y todo cuanto pueda distraernos de lo que verdaderamente importa.
El asunto ha llegado a tal grado de perversión que incluso se han dado órdenes ... de inmolación a varios elementos destacados de la «Cosa Suya» para que el jefe de pista de este circo en el que la mafia gobernante ha convertido al país continúe despistando al personal. Por un lado, el brillante hermanísimo renunciado a «su trabajo»; por otro, el ministro Bolaños sacando a su hijo de un colegio público para matricularlo en el privado más caro de España. Todo sea por el espectáculo y la distracción.
Muchos no lo saben, porque ningún medio de comunicación «ortodoxo» (ni siquiera este) lo expone. Pero, si se da una vuelta por los alternativos, verá cosas verdaderamente interesantes. Por ejemplo: las subvenciones que, a través de la Agencia Española para la Cooperación y el Desarrollo, se han otorgado el pasado año: la alcaldía de Suchitoto (en el centro de El Salvador) ha recibido tres millones de euros. El Banco Asiático de Desarrollo, más de dieciséis. Un tal «Grupo Banco Mundial» se ha embolsado cincuenta y siete. El pobrecito Fondo Monetario Internacional, treinta. Y se observa una partida, de más de veintiún millones, en la que directa y sencillamente alguien ha escrito, en la casilla correspondiente a la entidad receptora, un lacónico «no indica». Y todo esto mientras nuestros ambulatorios apestan, las infraestructuras se caen a pedazos y muchos compatriotas tienen que aguardar a la hora de cierre de los supermercados para rescatar yogures del contenedor.
No les pasará nada. Son conscientes de que medio país es parasitario del otro medio y que la gente tiene ya bastante con con subsistir. Y tienen claro qué hacer para que nada cambie: meter miedo. Lo que ocurre es que los españoles, cada vez más, estamos deseando que venga el Coco.