AL FILITO

Cataluña necesita un liderazgo

A pesar del martilleo político y mediático -o, quizás, precisamente, por ello- somos muchos los que hemos desconectado y despreocupado de la suerte que corran allá arriba

Ayer domingo, este periódico publicó un reportaje en el que reflejaba la visión que tenían nuestros paisanos, gaditanos residentes en Cataluña, de las elecciones cuyos resultados se conocieron anoche y sobre el que puedo apostar sobre seguro -aunque a la hora en que remito este ... artículo, evidentemente, desconozca el desenlace- que a usted, querido lector, le importa bien poco.

A pesar del martilleo político y mediático -o, quizás, precisamente, por ello- somos muchos los que hemos desconectado y despreocupado de la suerte que corran allá arriba. Como siempre menciono allí cada vez que tengo ocasión de hablar del tema, los amigos de mis amigos se sorprenderían (y, según mi tesis particular, se preocuparían también) del resultado de un hipotético referéndum nacional sobre su suerte. Sé que mi posición no es mayoritariamente aceptada entre los lectores, pero también me consta no estar solo entre quienes propondrían que, ante una pregunta del tipo «¿sería usted partidario de conceder a los catalanes el derecho a decidir sobre su integración en el Estado?», postularían por introducir como respuesta -además del sí o el no-, algo parecido a «están tardando». Incluso me malicio que más de uno redactaría otro tipo de respuesta aún más cercana al Román Paladino, concretada en un escueto «¡puerta!».

Este planteamiento resulta escandaloso para muchos. Sobre todo, allí. La buena gente prudente, sensata, trabajadora, con los pies en el suelo, que sufren a diario las miserias de la merma separatista y su indigencia intelectual, ponen el grito en el cielo ante una insinuación como la que expongo. «¡No podéis dejarnos solos!», dicen, sin comprender que desde afuera se hace evidente que ha sido el ejercicio extremo de sus virtudes lo que ha acentuado el aislamiento.

Evidentemente, ese abandono se ha visto abonado por la postura adoptada por los partidos 'constitucionalistas' (perdónenme el palabro, pero es que allí no se puede decir 'españolistas', ya comprenderán…). Recuerden: érase una vez que un partido de 'ciudadanos' centrados, moderados y recatados ganaron las elecciones en el Territorio Oscuro, llevando consigo la esperanza de bla-bla-blá … hasta que su lideresa decidió, como un Rajoy cualquiera, bajarse del barco a las primeras dobladas. O… qué decir de un Partido Popular que sí, pero no, pero mire, escolti, escolti…

Ahora bien, no sería justo exonerar de responsabilidad a aquella gente (no olviden: los buenos, sensatos, prudentes…). Los he visto, los trato a diario y -ustedes sabrán leerme- los he contado. Son mayoría. Pero he sido testigo de cómo -en otros lugares- minorías (ridículas y sectarias) han logrado éxitos políticos mayores a los siquiera mínimamente imaginados por cualquier 'persona de orden' empadronada en el 'Eixample' barcelonés. Basta recordar a cuatro vándalos que destrozan mobiliario urbano, secundados por un alcalde perroflauta con megáfono y bufanda 'del Cádi', que doblegan y secuestran a toda una ciudad para conseguir un aumento de sueldo al segundo día de 'apreteu'.

Quiero decir que hay momentos en la vida de una persona, un pueblo y una nación, en los que hay que pringarse. Y si no usa el desatascador a tiempo, sabiendo lo que se avecina, no se lamente cuando el fontanero -que le ha advertido de lo que sucedería si no lo hace- prefiera ocuparse de sus cosas cuando le llame un domingo por la noche con la cocina desbordada de porquería.

El título del artículo es un plagio del eslógan electoral de Puigdemont. Un valiente que, a las primeras de cambio, huyó de España (y de su amada Cataluña) escondiéndose -y encogiéndose- en un maletero, incapaz de demostrar la hombría suficiente para asistir al entierro de su madre, a pesar de la posible actuación policial. El otro en liza, Illa, socialista por si le faltan señas, muestra como currículum un ministerio de Sanidad asesorado por un comité de expertos inexistente, gestor de la estafa pandémica, con responsabilidades judicialmente declaradas respecto a las muertes producidas por la administración de una vacuna homicida y salpicado por el escándalo 'koldiano' destapado sobre las millonarias comisiones cobradas por la mercantilización de las mascarillas.

Si la gente de allí considera que -lo que ha salido- es 'el liderazgo' que necesita Cataluña, hemos de concluir que tienen toda la razón aquellos que gritan… Adeu!

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