AL FILITO
Esto es Carnaval
Salvo alguna excepción, no se habla de la banda depravada que ocupa palacios y ministerios ni de los desmanes a los que nos someten
Año tras año, se contempla una cada vez más acuciada tendencia politizada del Carnaval, si por tal entendemos -como hacemos en Cádiz- el Concurso de Agrupaciones Carnavalescas, certamen anual que copa todas las portadas de la prensa local (con muchas páginas de tratamiento informativo) y ... las cabeceras, tertulias y programación general de todas las emisoras terruñas de radio.
Atrás quedó aquello de la crónica periodística, ácida y a veces gruesa, que se recogía en las letras que diseccionaban la actualidad. Los autores, ahora, desechan la cotidianidad, la relación de sucesos locales o la que está cayendo con este desgobierno. En lugar de eso, aprovechan la tarima que les ofrece la desmedida atención que se les presta (plataforma idónea para que Nadie se crea Don) para, a modo de caudillos locales, «regalar al Pueblo» sus particulares programas políticos en repertorios ajenos a la realidad, infestados de una mezcla explosiva de demagogia, falta de ilustración y afán de protagonismo.
Y la cosa ha ido a peor. Porque si en los albores de esta tendencia nos quedaba, a algunos, el consuelo de irnos a tomar un refresco cuando salía a escena una comparsa «de esas», hoy en día ya no nos libramos de la tabarra con ninguna agrupación. Hasta el Cuarteto, que tanto debemos cuidar para que no se pierda, ha caído en esa ridícula moda.
Salvo alguna excepción, no se habla de la banda depravada que ocupa palacios y ministerios ni de los desmanes a los que nos someten. En lugar de eso, se cuentan cosas como las siguientes:
«Las derechas invocan a la Patria y a las tradiciones; pero son insolidarias con el hambre del pueblo, insolidarias con la tristeza de esos campesinos que aquí, en Andalucía y en Extremadura siguen viviendo como se vivía hace 500 años, siguen viviendo como desde la creación del mundo viven algunas bestias. Y esto no puede ser así».
«El capitalismo anula al artesano, a la pequeña industria, al agricultor: ha ido colocando todo –y va colocándolo cada vez más– en poder de los grandes grupos bancarios.»
«La masa obrera sufre como nunca mientras la cifra de los beneficios obtenidos por los banqueros es elevadísima. Hay que destruir el sistema, acabando con las pandillas políticas y los tiburones de la Banca.»
«Menos palabrería y más respeto a la libertad»
«El capitalismo no reparte sus ganancias, pero cuando les va mal a los poderosos piden que se socialicen las pérdidas»
«No hay nación que valga mientras la mayor parte del pueblo viva encharcada en la miseria y en la ignorancia, y las derechas, por propio interés, favorecen la continuación de este estado de cosas».
No busquen las letras en ningún repertorio. He trasladado al papel algunas de los mensajes que he ido recibiendo en mis tardes de destierro, pegado al transistor con la peregrina idea de encontrar un pequeño refugio sentimental en la distancia y, sobre todo, una distracción a mis pesares. Pesares que, desgraciadamente, se acrecen cuando tengo que tragarme esos suplicios en forma de pasodobles y cuartetas (cuando no popurrís completos).
No existen, ya les digo, esas letras exactas. Pero sí el ideario y la escenificación: todas terminan con un puñito izquierdo alzado, un sombrero arrojado con coraje al suelo y un gesto de abrirse el pecho por un ideal.
Lo más chirigotero del asunto es que las frases que he entrecomillado fueron pronunciadas por José Antonio Primo de Rivera y corresponden al acerbo político de Falange Española (con una pequeña edición que me he permitido), lo que supongo que pondrá en más de un apuro a los compungidos mascadores de letras equivocadas. O eso, o hemos descubierto a quintacolumnistas de camisa interior azul.
Ustedes perdonarán el chiste. Al fin y al cabo: ¡Esto es Carnaval!