AL FILITO
El cambio
El Ayuntamiento sí tiene en su mano la creación y puesta en marcha del motor económico más potente, efectivo y próspero del siglo XXI: la Cultura
Hubo un tiempo, no hace mucho, en el que presentarte como gaditano, siendo forastero en otras tierras, podría ocasionarte algún embarazo. Servidor, tan acostumbrado a los tópicos identificativos (que no precisamente identitarios) de la chirigota, el pescaíto frito, el arte y la gracia, sufría una ... vergüenza que perdía el punto de medición cuando todo aquello era sustituido por el mote de un impresentable con el que inmediatamente me relacionaban al saber de mi cuna. Ustedes, que algo ya me conocen, podrán imaginarse mi carita.
Así que, afortunadamente, vuelve a ser un alivio estar empadronado en un municipio asociado a clichés más o menos manidos y a un cierto tipismo folklórico sin vinculación alguna con ningún majadero concreto, nominal y chufleable. Ya nadie se acuerda del donante de riñones (si aquí ya solo se rememora para hacer chistes, imagínense qué cariño se le guarda fuera) y quien porta hoy el bastón de mando municipal tiene el buen gusto de permanecer en un segundo plano, tan característico de su persona.
Ahora bien, fueraparte de la cuestión estética, lo cierto es que el equipo que cumplirá un añito el próximo mes de Mayo parece haberse desinflado de su ética pretensión de renovación y mejora ciudadana, aquella con la que se presentaron a las elecciones y lograron darle un fregao a tanta mugre acumulada.
Sin embargo, la ciudad está igual de sucia y dejada. Los «hitos» de impensable abandono urbano (el ejemplo más denigrante lo supone el mamotreto de Santa Bárbara, siguiéndole el Teatro Pemán, la Escuela de Náutica, Valcárcel, el Castillo de San Sebastián, la manzana entre las calles Tolosa Latour y Brunete, la Ciudad de la Justicia, el polígono exterior de la Zona Franca, los terrenos de Aeronáutica… etcétera) siguen aireando sus vergüenzas a la espera de que alguien deshoje la eterna margarita -más plazos, cambio de normas, más papeles necesarios…- y sepa hacer algo. Evidentemente, ese alguien debe ser de fuera, porque está visto y comprobado que, de aquí, nadie es capaz de sacar jugo a la naranja.
No se conocen planes de vivienda extensivos, creativos e ilusionantes con posibilidad de ejecución a corto plazo, más allá de puntuales y pequeñas intervenciones de promotores privados con su justita y acotada parcela de VPO. Se siguen cogiendo los planos y ordenanzas con papel de fumar, pero debe servir para liar algo potente, porque enturbia el entendimiento de quienes no quieren ver que la ciudad, literalmente, se muere; y que lo necesario para que sobreviva es construir casas para la gente y no refugios para chorlitejos ni pasarelas para cicloturistas.
Hacen falta viviendas, sí. Y no menos oportunidades de trabajo. Es evidente que ya no volverá Tabacalera, que ninguna industria potente se instalará en la Zona Franca y que a los responsables de Navantia se les sabe apretar el nudo de la corbata mucho mejor desde otras latitudes que aquí. Pero el Ayuntamiento sí tiene en su mano la creación y puesta en marcha del motor económico más potente, efectivo y próspero del siglo XXI: la Cultura.
Fíjense en Málaga. Hace poco más de 20 años, a la ciudad se la reconocía por ser la capital de la Costa del Sol, pero en sí no suponía ninguna referencia más allá de su aeropuerto y la peculiaridad de su Feria. No existía ningún festival de cine hasta 1998 y sus hitos culturales más reconocidos eran el traslado del Cristo de la Buena Muerte o la liberación del preso por el Cautivo y se tuvo que aguardar hasta el año 2003 para que la ciudad donde nació Picasso tuviera un museo dedicado a él. Hoy, Málaga es mención ineludible en cualquier circuito internacional artístico y cultural de primer nivel y el flujo de visitantes -de calidad- es envidiable.
Casos similares podemos encontrar en Bilbao, Oviedo, Vigo… En Cádiz tenemos los ingredientes necesarios para situarse en la primera división de la Industria del Siglo XXI con los mismos parámetros de calidad que las grandes (con la consecuencia que ello conlleva en cuanto a oferta de empleo cualificado y entrada de capitales). Pero ese maná no va a caer del cielo porque creamos que «los de arriba» van a morir con nuestros tablaos de pueblo, pregoneros de barrio, museos cerrados o exposiciones y actuaciones de cuarta fila, ni aunque luego los llevemos a comerse un chicharrón en papel de estraza en cualquier bar-ojana.
Me temo que para lograr ese objetivo hay que hacer algo más. Lo primero de todo, tener ambición y sacar coraje. Ante quien sea. Aunque la pandilla lleve juntita toda la vida y haya miedo de salirse de la foto.
Y si no se vale… que se deje paso.
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