Al Filito
Boca abajo
Ese tipo tiene claro, pese a su evidente megalomanía, que no va a destruir a España
Alguna que otra vez he contado lo de aquel tipo, médico para más inri, enchufado en una institución pública como galeno ejerciente sin haber aprobado el MIR, que pregona a los cuatro vientos tanto el cuento de su abuelo fusilado como el orgullo de ser ... el esposo de una conocida mandamasa socialista. Es tanto el regusto que aquel sujeto siente por la autoridad moral que -dice- le otorga ser el nieto de una viuda de la Guerra Civil, que -presumiendo de no haber leído en su vida más libros que los imprescindibles para acabar la carrera- se permite opinar sobre lo divino y lo humano (incluyendo cuerpos legislativos y sentencias judiciales), exponiendo sin ruborizarse que le basta, como argumento para defenderlas o atacarlas, con lo que su mujer le dice al respecto. Literalmente.
Pues bien, como yo abomino de ese tipo de escombros intelectuales y no me conformo con lo que me dice quien sea, no puedo sino reconocer que carezco de los conocimientos suficientes para atreverme a confirmar -o contradecir- a tantos que escriben sobre la supuesta patología psiquiátrica del actual y accidental presidente del Gobierno. Es cierto que muchos de quienes exponen en redes sociales y artículos de opinión las presuntas pruebas desveladoras de una egolatría desmesurada, un narcisismo enfermizo o incluso una clara psicopatía, son profesionales especialistas en trastornos mentales verdaderamente acreditados, así que imagino que alguna autoridad debe presuponérseles en cuanto respecta a su campo. Pero no seré yo quien reproduzca esos argumentos. Sobre todo, porque me resisto a restarle un ápice de culpabilidad al canalla que nos está conduciendo al abismo.
Personalmente, estoy convencido de que ese ser lleva preparándose toda su vida, de forma consciente y mentalmente sana, para formar parte de la Historia de España a cualquier precio, aunque la reseña fuera destructiva. En mi fuero interno, elucubro que su vida ha debido estar cuajada de fenómenos muy adversos y experiencias desagradables, forjadoras de un resentimiento vital y carácter vengativo y ruín, pero no caigamos en la trampa. Sospecho tanto del individuo, que llego a interrogarme si el hecho de presentar un perfil esquizoide no forma parte de una comedia encaminada a fabricar una atenuante con la que eludir cualquier responsabilidad criminal que pudiera imputársele de futuro.
Ese tipo tiene claro, pese a su evidente megalomanía, que no va a destruir a España. Personajes de muchísima más talla lo han intentado a lo largo de toda su Historia y han fracasado. Cierto es que la pobre ha ido menguando, pero su esencia se fortalecido en forma inversamente proporcional a la merma. Basta con oír los ladridos de los perros rabiosos ante su marcha.
Ahora bien, no podemos dejar de preocuparnos. El único presidente del gobierno español que no puede salir a la calle sin un ejército de gorilas amenazadores y precintadores de calles no tiene más objetivo vital que seguir siendo protegido de esa forma, a cargo de cualquier bolsillo ajeno, aunque sea a costa de dividir, destrozar y demoler. Y nos tocará sufrir -en nuestras carnes o en la de nuestros hijos- las consecuencias de su amoralidad.
Y aquí vendrá el desenlace de este entuerto. Porque yo (perdonen la falsa modestia) puedo aguantar ya lo que me echen. Pero, como las consecuencias que se deriven de la administración de este sátrapa salpiquen la vida de mis hijos, distorsionándola gravemente, seré el primero en presentarme voluntario para buscar al responsable y ponerlo en la posición que merece, con la tranquilidad que otorga el convencimiento de que la Historia pasará de largo sobre mi persona. Solo se centrará en la pose del ajusticiado.